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- Se pide a las empresas que los nuevos programas de colaboración con entidades, ya sean de voluntariado, de teaming u otros, tengan en cuenta la realidad asociativa de cada territorio, integrada por entidades muy diversas también en dimensión y sepan encontrar las que más se ajustan a sus prioridades y que al mismo tiempo presten un mejor servicio a la comunidad. También deben tener en cuenta la cultura de cada territorio, ya que a menudo las grandes empresas incurren en el error de no ser suficientemente sensibles a la diversidad.
- Se pide específicamente a las pymes que sepan ver en el voluntariado de empresa la sistematización de una sensibilidad que muchas ya han tenido siempre, y que ahora pueden estructurar mejor en el marco de una responsabilidad social de las pequeñas y medianas empresas, generando relaciones de confianza y favoreciendo el desarrollo del territorio.
- Se pide a las entidades que sepan incorporar a los voluntarios que proceden de empresas con la máxima normalidad, garantizando que incorporen los valores propios del voluntariado y de la acción social o cívica, y dando cumplimiento a los derechos y deberes que tienen reconocidos.
- Se pide a las administraciones públicas que experimenten con estos nuevos modelos de colaboración con las ONL que, al margen de las políticas públicas de apoyo, pueden contribuir de otras maneras a partir de la implicación de los propios trabajadores públicos.
- Se pide a los expertos y a todos los agentes que promuevan la expresión Voluntariado de Empresa en lugar de corporate Volunteering , traducción literal del inglés, que remite únicamente a las grandes empresas y parece que esta no sea una práctica apta para las pymes. Necesitamos hacer la misma reflexión que unos años atrás llevó al consenso para sustituir Responsabilidad Social Corporativa (RSC) por Responsabilidad Social de las Empresas (RSE), al menos en los usos públicos destinados al fomento, al margen de que cada empresa use lo que más le plazca.
- Se pide a los consultores de empresas que eviten caer en la solución fácil de proponer únicamente grandes ONL que cubran todo el territorio con una sola negociación, y opten por seleccionar a las entidades, grandes o pequeñas, que puedan satisfacer mejor las características del programa y aunar mejor los intereses de todas las partes. A menudo, habrá también un esfuerzo para saber mostrar a la empresa el mayor valor que puede aportar contar con entidades más estrechamente vinculadas al territorio.
- Se pide a los voluntarios de empresa que sepan sentirse voluntarios plenos de la entidad social donde participan más allá del programa o servicio concreto que desarrollen, compartiendo la experiencia con los otros voluntarios, cumpliendo con la Carta del Voluntariado de Cataluña (o la que corresponda a cada país), y aportando su vivencia dentro de la empresa, ya sea para motivar otra gente, para enriquecer los valores sociales de la empresa, para ser fuente de testimonio.
- Se pide a todos los actores implicados el desarrollo de un modelo de voluntariado de empresa o corporativo que esté concebido para aportar valor a la comunidad y que legítimamente fortalezca tanto las ONL como las empresas. Por ello, frente a modelos puntuales más cercanos al outdoor training , hay que valorar la continuidad y sostenibilidad de los programas, su incidencia social, su capacidad de gestionar valores, actitudes y habilidades sociales de los participantes, el refuerzo del tejido asociativo autóctono.
- Entendemos [3] por voluntariado el conjunto de las personas que efectúan una prestación voluntaria y libre de servicios cívicos o sociales, sin contraprestación económica, dentro del marco de una organización estable y democrática que comporte un compromiso de actuación a favor de la sociedad y de la persona. Sin desmerecer las acciones informales de civismo o buena vecindad, por otra parte muy valiosas, el voluntariado en su sentido moderno sólo puede englobar las acciones realizadas bajo un marco organizado.
- Entendemos por entidad de voluntariado la entidad que tiene por objetivo trabajar para los demás en la mejora de la calidad de vida, que está integrada mayoritariamente por voluntarios y que constituye una organización autónoma sin ánimo de lucro. Esta definición no excluye la existencia igualmente valiosa de otras entidades no lucrativas que tengan voluntarios (entidades con voluntariado, no de voluntariado). Todas ellas son el marco donde el voluntariado se desarrollará en las sociedades modernas para garantizar su autonomía y su capacidad de vertebración social. Consideramos como un valor muy relevante el hecho de que el voluntariado se aglutine a las entidades sin ánimo de lucro, siendo voluntariado y asociacionismo dos caras de la misma realidad. La esencia de la acción voluntaria se fundamenta en la autonomía de acción de las organizaciones de voluntariado. Estos principios de libertad y autonomía del voluntariado respecto a los poderes públicos deben ser respetados y potenciados.
- Sin pretender ser críticos con los modelos de voluntariado público, que pueden comprenderse en situaciones evolutivas o por las características de determinados países, consideramos que el voluntariado es un gran activo de la sociedad civil y que, el fomento del voluntariado fuera de las organizaciones privadas no lucrativas puede descapitalizar el tejido asociativo y puede suponer un modelo de voluntariado donde el foco por el servicio y las características del marco institucional no favorezcan el desarrollo de un discurso social comprometido y crítico. El voluntariado no sólo debe curar la herida sino que debe otorgar visibilidad a los que sufren. Así, en nuestro país hemos ido transformando aquellas realidades de voluntarios vinculados directamente a instituciones públicas en nuevos modelos donde la relación se produzca entre la institución pública y una organización autónoma de voluntariado, lo que puede garantizar mejor su participación democrática, los límites de la su acción sin interferir en las tareas remuneradas, la interrelación entre los voluntarios, o el trabajo en valores.
- El voluntariado es un vector de vertebración social y no se puede desvincular de su compromiso con el país, lo que recogió la ley 25/1991 (actualmente derogada):
- Valoramos la existencia de un abanico diverso de entidades, por tamaño (grandes, medianas, pequeñas y micro), por alcance territorial, por ámbitos y sectores, por ideología (más marcadas o menos, confesionales o no), por estilo de gestión, por complementariedad voluntarios-asalariados, por grado de colaboración con el sector público, más o menos orientadas al cambio social, especializadas o generalistas... Esta diversidad permite que cada ciudadano pueda elegir dónde se quiere implicar. A pesar de los riesgos que supone una cierta atomización, esta diversidad aporta capacidad de dar respuestas ágiles a necesidades concretas, es más plural y representativo de la sociedad; se genera complementariedad y se facilita la innovación. Y una nueva cultura organizativa basada en el trabajo en red y la colaboración entre entidades puede optimizar esta realidad. Sin embargo, esto no quita que también tengan que incentivar los procesos de fusión para conseguir entidades de mayor peso que busquen su óptimo para su sostenibilidad y generación de impacto social.
- De acuerdo con los consensos que se elaboraron en Cataluña en congresos anteriores, consideramos que los derechos y deberes (Carta del Voluntariado de Cataluña, en nuestro caso) no deben dar lugar a una ley sino que deben conformar un código ético de consenso que cada entidad deberá saber aplicar adaptándolo a su realidad sectorial. Son, en todo caso, las leyes y normas sectoriales las que pueden concretar las obligaciones válidas en un determinado sector. De otra manera, se generan obligaciones más propias del voluntariado social hacia otros sectores o modelos de intervención, además de las consideraciones que toma la carta.
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