La foto de Letizia Ortiz y Carla Bruni subiendo las escaleras del palacio de la Zarzuela desató ayer un encendido debate en torno de una pregunta: ¿es sexista? Puede leer las opiniones de algunos famosos en el
Periódico.
Este debate se enmarca en uno de los aspectos de la Responsabilidad Social de las Empresas, y en concreto en la reflexión sobre cuáles son los valores sociales que promueven las empresas, ya sea por medio de su publicidad o de la propia manera de actuar.
En el caso de una empresa cualquiera, incluso un pequeño comercio, podremos fijarnos en detalles más objetivos como si las imágenes de personas que han insertado en el anuncio se corresponden a mujeres o hombres en función de la feminización o masculinización del contenido a transmitir o del
uso sexista que se haga. Diríamos que en la gran mayoría de casos no hay tanto una conducta intencionadamente sexista sino un funcionamiento por inercia ante lo que forma parte de la cultura social. En estos casos el posicionamiento suele ser más claro. La dificultad estriba precisamente en hacer el cambio cultural, sobre todo si perciben que la competencia no actúa de la misma manera como les estamos proponiendo.
Cuando nos referimos a las
instituciones públicas ya se complica un poco más ya que los valores que se transmiten no son un complemento sino que suelen ser el objeto de la propia campaña. Cuando una empresa quiere explícitamente transmitir unos valores sociales lo llamamos
marketing social para diferenciarlo del marketing comercial normal. En el caso de las administraciones no utilizamos esta expresión ya que toda la comunicación pública tiene este carácter, siempre hay una transmisión de valores con intencionalidad, hasta el punto que encontrar el punto de neutralidad sería tan difícil como absurdo. En todo caso, podremos discutir si los valores que se transmiten son los más adecuados o no, si es adecuado el gasto que conlleva la campaña, si promueven la superioridad de un cierto colectivo sobre otro, si tienen una intencionalidad partidista, etc.
Finalmente, si nos centramos en el caso de los
medios de comunicación, el análisis se nos complica bastante más, ya que no podemos pedir el tono institucional, la medida o la corrección política que sí podemos esperar y exigir del sector público. Una empresa de comunicación quiere ganarse la vida, y para ello tiene la necesidad de provocar ciertas polémicas, buscar la noticia allí donde podría pasar inadvertida, promover puntos de vista diferentes donde puede no haber nada que opinar.
Es cierto que la fotografía de los culos de las dos señoras tiene morbo y que seguramente es inapropiada, pero también podemos valorar su adecuación en función del lugar que ocupe: lógicamente es diferente si llena una portada que si se sitúa en una página complementaria donde figuran las dimensiones más anecdóticas o los comentarios sobre el papel de las dos damas, etc.
En este sentido, si la foto sirve para ilustrar el análisis periodístico sobre el rol jugado por las dos señoras, la encuentro muy apropiada. La prensa ha de despertar el sentido crítico, y poder jugar con la idea de que
el papel de estas señoras ha sido el que transmite la foto me está muy bien. Por lo tanto, esto lo podremos validar si los comentarios que acompañan la foto van en este sentido.
En este caso, habría que relativizar pues la responsabilidad social en el posible sexismo de la fotografía ya que la responsabilidad no corresponde tanto a la prensa como a los organizadores de la cumbre franco-española y los respectivos jefes de gabinete y comunicación. Es clarísimo y está fuera de duda que ha habido una voluntad expresa a convertir esta cumbre en un acto mediático por la puerta de atrás a pesar del riesgo evidente de frivolizarlo.
No quiero entrar en quien sale ganando, y qué réditos obtiene. Es posible que la imagen que se ha dado sea 'amable' para el gran público y que transmita una sensación más agradable que un mero encuentro político entre dos representantes políticos de dos estados. Es posible que alguien crea que mostrar el tono humano, generar la noticia del enamoramiento de Sarko y Carla Bruni, aunque caiga en un exceso de sensibilidad y tontería, puede dejar una mejor imagen del encuentro político. Y lo más preocupante es que quizá tenga razón. El problema es cuando la política ya es tan consciente de ello y se muestra tan desacomplejada que incluso esté dispuesto a jugar con este factor emocional, que la prensa no hace sino magnificar.
Quiero expresar una opinión muy personal: las expresiones de Sarkozy y Carla Bruni con las manitas, miradas, sonrisitas, lanzando florecitas, en el marco de un acto formal y de contenido político me parecen unas actitudes fuera de lugar, que no humanizan el acto sino que lo despersonalizan, y que ayudan a desmontar la capacidad de la política como vector de cambio a partir de una profundización democrática.
Sin duda, podríamos pedir a la prensa que, en virtud de su responsabilidad ante la sociedad, se muestre crítica hacia estos actos que rebajan la dignidad de la política y le restan credibilidad. Pero son pocos los que se atrevirán a hacerlo. Y ciertamente
es al sector público y político a quien deberíamos pedir más seriedad y contención de lo cursi.
El problema es cómo hemos de hacer llegar esta crítica: si no lo hace la prensa (la medida en que lo hace es tan condescendiente que no es sino una legitimación de la práctica), si no lo hacen los partidos políticos (no correrán el riesgo de ser malinterpretados por la sociedad), si no lo hacen las ONG (cada una tiene su lucha particular pero no se posicionan sobre temas transversales) ...
¿como puede la ciudadanía crítica expresar su punto de discrepancia? Suerte tenemos de los blogs y Internet 2.0!