Responsabilidad social para abordar retos de país
En la gestión de la Responsabilidad Social (RSE), una empresa debe empezar hacer frente a aquellas responsabilidades que son inherentes a su actividad, por lo que debe comprender cuál es el contexto ético y de sostenibilidad en referencia a su ciudadanía corporativa, los impactos en los cinco grandes vectores de la RSE, económicos, sociales, laborales, ambientales y de buen gobierno.
Por medio de la metodología de la RSE, la organización debe comprender qué es lo que la sociedad espera de ella, a partir de las inquietudes de los diversos grupos de interés que tienen intereses legítimos. Las personas tienen diferentes dimensiones y la empresa comprometida no las reduce a la relación meramente laboral sino que tiende a respetar y promover la persona en toda su totalidad. Una de las buenas prácticas es facilitar la conciliación de la vida laboral y personal.
Sin embargo, la suma de los compromisos y las buenas prácticas de las empresas no tienen suficiente capacidad para abordar el reto que nos ocupa, y que se debe a una gran disfuncionalidad en la infraestructura horaria, en la gestión de un bien tan preciado como el tiempo. En este sentido, es bueno introducir el concepto de Territorio Socialmente Responsable (TSR).
Si por territorio, en este caso, nos referimos a Cataluña, podemos comprender con relativa facilidad que aspectos como la cohesión social o el respeto a la identidad cultural sean materias de especial sensibilidad, que una empresa debería integrar en esta dimensión de su RSE más ligada a los retos del territorio, no necesariamente en virtud de impactos corporativos causados sino sencillamente para colaborar a crear las sinergias necesarias para que la sociedad progrese más adecuadamente por caminos que colectivamente se han trazado.
Entre las materias a tener en cuenta en Cataluña, algunas pueden ser muy evidentes, mientras que otros necesitan generar consensos, para que puedan construirse como un reto de RSE y TSR. Aquí es donde sitúo la Reforma horaria. La conciencia del problema ha ido incrementándose, pero no podemos depositar el reto en una ágora de debate continuo pero infructuoso. Y al mismo tiempo, ante retos tan complejos, por el alcance cultural que tienen, tampoco podemos dejarlos en espera de que el liderazgo público se atreva a abordarlos. Nos hace falta la implicación de muchos para dar el salto que nos proponemos, pero el rol de las organizaciones comprometidas en RSE debe ser central tanto por su ejemplaridad particular como para ayudar a hacer de ello un reto de país.
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