7.2.14
La puesta en funcionamiento de respon.cat es una gran noticia
En Cataluña hay empresas con unos compromisos intensos de responsabilidad social. Hay experiencia y conocimiento. Se han llevado a cabo proyectos de referencia también desde las políticas públicas. Disponemos de una sociedad civil fuerte, con agentes que han ayudado a desarrollar este sentido de excelencia social.
El último período de nuestra vivencia compartida como sociedad ha estado marcada por la crisis y la pérdida de cohesión social, pero también por un sentimiento de no gustarnos como país cuando hemos descubierto malas prácticas y carencias éticas, que son parte de la causa que nos encontramos donde estamos ahora.
Muchas organizaciones han podido comprobar cómo de volátil es la reputación. Empresas, partidos políticos, gobiernos... han sufrido descensos en la confianza que les otorga la sociedad. Y no solamente algunas organizaciones concretas han sufrido esta destrucción de su valor intangible, sino que el conjunto del empresariado, el conjunto la política, el conjunto de la administración se han visto afectadas seriamente.
Quisiéramos que la experiencia de la crisis económica y de valores hubiera servido como aprendizaje, no sólo para evitar caer en los mismos errores sino para repensar qué significa hacer empresa en el siglo XXI. La RSE no comporta por arte de magia que una empresa se reconvierta a una visión ideal, pero sí facilita que los valores humanísticos que a menudo están enterrados dentro de las personas puedan emerger y pasar a ser valores de la organización, y que, incorporados a la gestión, puedan asegurar unos resultados orientados a la sostenibilidad.
Toquemos, pues, de pies en el suelo y no demos a la RSE unas expectativas más allá de lo que pueda aportar. Pero también digamos claro que nos ilusionamos cuando proyectamos que aquel 10 a 20% de las mejores empresas, las líderes, las que tienen una cultura más avanzada, las más interesantes, grandes o pequeñas, incorporen la RSE.
El hecho de que estas empresas que marcan la pauta, que crecen, que influyen, puedan gestionar la RSE, compartirla, extenderla, ponerla en valor, es una manera de dar un carácter de centralidad a este enfoque de gestión, de poner las bases para su generalización, de hacer que forme parte de la manera catalana de hacer empresa.
Queremos tener unas empresas mejores, que su competitividad sea sostenible y responsable, que nos permita sentirnos orgullosos de nuestro tejido empresarial y organizativo en general, no sólo por su eficiencia y modernidad, sino por su capacidad de crear valor compartido, valor para todas las partes, valor económico y valor social.
Queremos unas empresas que creen valor para la clientela, para las personas que trabajan en ella, para la cadena de abastecimiento, para el medio ambiente, para la comunidad... También para la propiedad, por supuesto! Y también ayudando a fortalecer la marca de país, contribuyendo a que Cataluña se reconozca como un territorio socialmente responsable, un país con un compromiso ético y sostenible por parte de empresas privadas, públicas, sociales, y como parte de la cultura organizativa del territorio. La lógica territorial debe permitir integrar la RSE a la cultura de las empresas y la sociedad.
Respon.cat debería ayudar a catalizar estas sensibilidades. Quizás no podrá hacer más de lo que las empresas se atrevan a hacer. Pero hará que muchas empresas desarrollen una RSE que tienen en sus valores pero que no han sabido realizar. Respon.cat debe activar redes locales por donde circule energía ètica. Ha de hacer de altavoz local de iniciativas globales, debe proyectar al mundo las mejores prácticas locales, debe poner en contacto, debe hacer de catalizador. Haciendo unas empresas mejores haremos un país mejor, y en último término una contribución a los retos de sostenibilidad que tiene la humanidad.
Nota: La puesta en marcha de Respon.cat también se enmarca en la fase final del programa europeo COGITA, que ha servido para que trece territorios europeos compartan las mejores prácticas para fomentar la RSE y pongan en marcha iniciativas adaptadas a los respectivos entornos.
El último período de nuestra vivencia compartida como sociedad ha estado marcada por la crisis y la pérdida de cohesión social, pero también por un sentimiento de no gustarnos como país cuando hemos descubierto malas prácticas y carencias éticas, que son parte de la causa que nos encontramos donde estamos ahora.
Muchas organizaciones han podido comprobar cómo de volátil es la reputación. Empresas, partidos políticos, gobiernos... han sufrido descensos en la confianza que les otorga la sociedad. Y no solamente algunas organizaciones concretas han sufrido esta destrucción de su valor intangible, sino que el conjunto del empresariado, el conjunto la política, el conjunto de la administración se han visto afectadas seriamente.
Quisiéramos que la experiencia de la crisis económica y de valores hubiera servido como aprendizaje, no sólo para evitar caer en los mismos errores sino para repensar qué significa hacer empresa en el siglo XXI. La RSE no comporta por arte de magia que una empresa se reconvierta a una visión ideal, pero sí facilita que los valores humanísticos que a menudo están enterrados dentro de las personas puedan emerger y pasar a ser valores de la organización, y que, incorporados a la gestión, puedan asegurar unos resultados orientados a la sostenibilidad.
Toquemos, pues, de pies en el suelo y no demos a la RSE unas expectativas más allá de lo que pueda aportar. Pero también digamos claro que nos ilusionamos cuando proyectamos que aquel 10 a 20% de las mejores empresas, las líderes, las que tienen una cultura más avanzada, las más interesantes, grandes o pequeñas, incorporen la RSE.
El hecho de que estas empresas que marcan la pauta, que crecen, que influyen, puedan gestionar la RSE, compartirla, extenderla, ponerla en valor, es una manera de dar un carácter de centralidad a este enfoque de gestión, de poner las bases para su generalización, de hacer que forme parte de la manera catalana de hacer empresa.
Queremos tener unas empresas mejores, que su competitividad sea sostenible y responsable, que nos permita sentirnos orgullosos de nuestro tejido empresarial y organizativo en general, no sólo por su eficiencia y modernidad, sino por su capacidad de crear valor compartido, valor para todas las partes, valor económico y valor social.
Queremos unas empresas que creen valor para la clientela, para las personas que trabajan en ella, para la cadena de abastecimiento, para el medio ambiente, para la comunidad... También para la propiedad, por supuesto! Y también ayudando a fortalecer la marca de país, contribuyendo a que Cataluña se reconozca como un territorio socialmente responsable, un país con un compromiso ético y sostenible por parte de empresas privadas, públicas, sociales, y como parte de la cultura organizativa del territorio. La lógica territorial debe permitir integrar la RSE a la cultura de las empresas y la sociedad.
Respon.cat debería ayudar a catalizar estas sensibilidades. Quizás no podrá hacer más de lo que las empresas se atrevan a hacer. Pero hará que muchas empresas desarrollen una RSE que tienen en sus valores pero que no han sabido realizar. Respon.cat debe activar redes locales por donde circule energía ètica. Ha de hacer de altavoz local de iniciativas globales, debe proyectar al mundo las mejores prácticas locales, debe poner en contacto, debe hacer de catalizador. Haciendo unas empresas mejores haremos un país mejor, y en último término una contribución a los retos de sostenibilidad que tiene la humanidad.
Nota: La puesta en marcha de Respon.cat también se enmarca en la fase final del programa europeo COGITA, que ha servido para que trece territorios europeos compartan las mejores prácticas para fomentar la RSE y pongan en marcha iniciativas adaptadas a los respectivos entornos.
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