En un mundo crecimiento complejo y con una necesidad de gestionar adecuadamente el respeto a las diferentes sensibilidades, encontramos multitud de procedimientos que reducen esta complejidad hasta el punto de eliminarla. La gestión de la responsabilidad social de las empresas y las organizaciones a menudo olvida que la diversidad incluye muchos más temas que los relacionados con las discapacidades, el género, las etnias...
También hay aspectos muy relevantes relacionados con las identidades. En otras ocasiones hemos afirmado que aquellos temas en los que la política no sólo ha fracasado sino que en gran medida es la causa del enquistamiento del problema, quizás hay que encontrar vías alternativas de normalizar, a través por ejemplo de unas prácticas corporativas que atiendan esta compleja diversidad.
En este mismo sentido, envío una reflexión y petición al Instituto de Innovación Social de ESADE, sobre un aspecto relacionado con lo que acabo de expresar: He formalizado la inscripción para la VI Jornada Anual del Instituto de Innovación Social.
Como ustedes saben, somos muchas las personas en Cataluña que consideramos la ciudadanía española una circunstancia administrativa modificable democráticamente, al tiempo que -sea con un estado propio o sin- la nacionalidad que queremos que nos identifique ante el mundo es la catalana.
En el caso de un organismo que se dedica a la responsabilidad social y a la innovación, creemos que debería ser ejemplar en el respeto a la identidad, e incluso buscando fórmulas innovadoras para aportar soluciones que puedan ser exportables. Hasta un diario como La Vanguardia opta inteligentemente para dejar el campo de identificación de país como un campo libre para que cada uno se presente con su identidad. En el caso de un ámbito académico, habría que saber encontrar maneras más astutas de mostrar respeto a la sensibilidad de la ciudadanía, con las realidades en cambio permanente, con la necesidad estadística que puedan tener.
La nacionalidad española es una realidad impuesta por la rotura de la legalidad vigente antes del Decreto de Nueva Planta, y a mí no me harán atribuirme en en ningún documento -que yo escriba- una calificación que represente de manera anómala mi condición. Dicho sea con todo respeto hacia las personas de nacionalidad española y todas aquellas otras que ven respetado su derecho de identificarse con la nacionalidad que describe con adecuación su adscripción nacional.
Por otra parte, la Constitución española reconoce la existencia de nacionalidades dentro del estado. El hecho de que los militares hicieran imposible llamarlas naciones y se pactara este eufemismo en un momento de gran tensión histórica, no debería llevar a las organizaciones socialmente responsables a ser aún más restrictivas que la propia Constitución sino, por el contrario, a desarrollar en un sentido razonable, evolutivo, sensible al sentimiento de los pueblos, y respetuoso hacia las personas y las identidades.
Por ello, los propongo que busquen soluciones a este asunto de respeto a las identidades, como una manera ineludible de gestionar la responsabilidad hacia la sociedad, al tiempo que no les autorizo a conservar una información de mi persona donde me clasifique con una identidad que no me representa, y que sólo uso con esos fines en que la legalidad aún la requiere de manera estrictamente obligatoria.
En este mismo sentido si se entrega un listado de asistentes, no los autorizo a identificarme con otra nacionalidad que no sea la catalana ante el conjunto de participantes, muchos de los cuales venidos de otros países. No es sólo una cuestión identitaria de país sino también de gestión de mi identidad profesional.
En muchas ocasiones, la dificultad radica en los informáticos. Lo sabemos. Por ello, cabe no sucumbir a la solución fácil de hacer uso de desplegables disponibles en la red y pedirles un pequeño esfuerzo de excelencia, como hacen algunos otros formularios web, al tiempo que esto también forma parte de motivarles en gestionar su responsabilidad social, debiendo buscar soluciones que luego podrán aplicar a otros clientes. No hay ninguna otra dificultad técnica ni legal. Sólo es una cuestión de voluntad.
Captura de pantalla del intento de identificarme con alguna nacionalidad estrambótica:
Captura de pantalla de la imposibilidad de hacerlo:
NOTA: Hace dos años envié una reflexión similar a la Associació d'Antics Alumnes del IDEC de la Universitat Pompeu Fabra: Procedimientos respetuosos para gestionar las identidades
NOTA: Reflexión complementaria en los comentarios de la versión en catalán:
La innovación necesita un punto de provocación, de menear. Me pareció que en una jornada sobre innovación social no podía quedarme esta inquietud (y malestar) para mí mismo, y que es mi deber tratar de comunicarlo por medio de una reflexión. De hecho, siempre tengo que pensar un poco cómo hacerlo de manera que no pueda ser percibido como una desconsideración, sino todo lo contrario, como una contribución para la mejora.
De hecho, sería un ejemplo de innovación social que las organizaciones asumiera el tema de la diversidad y que supieran darle una canalización adecuada, sin tanto legalismo. Es fuerte que hablemos de encontrar soluciones innovadoras y que se hable de cómo usar precisamente la tecnología, y ésta te obligue a dar soluciones cerradas y oficialistas para un tema tan sensible como las identidades.
Como digo en el artículo, y ahora lo refuerzo, la Vanguardia lo gestiona de manera más inteligente, porque saben que en un entorno mediático esto sería más molesto aún, dejando que cada uno ponga su nacionalidad en un campo libre.
Soluciones hay muchas. Todo es saber identificar cual es la "materialidad" para aplicar la RSE y la innovación social. ¡Como stakeholder afectado gusta contribuir a hacerles notar una parte más de la materialidad!
PD 6-04-13: me he apuntado a otra jornada en ESADE y el campo Nacionalidad ha pasado a ser no obligatorio. No es la solución correcta pero quizás es un primer paso...
0 comentaris:
Publica un comentari a l'entrada