En conclusión, para gestionar la RSE no es suficiente con cumplir el articulado de la norma e ir un poco más allá. Hay que cumplir la expectativa que tiene la sociedad sobre esa materia y que el legislador ha redactado en forma normativa, lo que implica comprender los intereses de la sociedad y el propio contexto de sostenibilidad. Y otra reflexión diferente que ahora no toca es la que correspondería a la mala legislación, la acumulación desordenada y sobrepuesta, los marcos que han quedado desfasados por el paso del tiempo y por la evolución de la mentalidad social, o aquellas normas que no adecuan a los estándares de una cultura democrática que la humanidad pide.
21.2.18
Gestionar la RSE: ¿basta con superar la ley?
A menudo se dice que la responsabilidad social parte del cumplimiento de la ley. Pero
cumplir la norma puede ir asociado a limitarse a cumplir su articulado
de tal manera que no se dé respuesta efectiva a lo que esta pretendía. El enfoque del compliance
está adquiriendo mucha importancia, lo que es muy positivo, pero bajo
un enfoque preventivo legalista no se garantiza necesariamente que
integre unos valores de responsabilidad hacia la sociedad. En último término podríamos encontrar el fraude de ley.
Una empresa que gestione la responsabilidad social ha partir de un compromiso ético formalizado de alguna manera, perdurable en el tiempo y coherente en la transversalidad dentro de la organización. Estos
compromisos deben generar sostenibilidad en todos los vectores de
impacto, económico, laboral, social, ambiental y buen gobierno.
Pero hace falta una metodología de gestión que acompañe y desarrolle este punto de partida ético y este fin sostenible. Esta
metodología, si hablamos de RSE, requiere tomar conciencia del contexto
ético o de sostenibilidad de la empresa, lo que implica diálogo con
grupos de interés y definición de la materialidad. También
hay que rendir cuentas con transparencia, pero quedémonos ahora en la
comprensión de lo que significa para una empresa en concreto, en un
sector, en un mercado, en una sociedad, actuar de manera socialmente
responsable.
Gestionar la RSE no es como un check list. No es tan fácil. Tiene
la complejidad que no es lo mismo para cada organización, la cual tiene que
hacer este esfuerzo de comprender, de imbuirse de unos valores, de
encontrar las mejores prácticas... Comprender el propio contexto de
sostenibilidad es clave. Esto
significa comprender qué espera la sociedad de nuestra empresa,
haciendo mención a todos los grupos de interés que tengamos, los que
planteen demandas legítimas y especialmente alineadas o no discrepantes
con la ética y la sostenibilidad.
El marco legal no es sólo un límite a partir del cual podemos empezar a hacer RSE. Es algo más. Las
leyes -si no es que han quedado desfasadas- también son una manera de
comprender qué es lo que la sociedad espera de las empresas, según como
el legislador lo ha interpretado. Y
en este sentido, en una gestión socialmente responsable no tocaría sólo
cumplir el articulado de la ley sino sentirse corresponsable de lo que
la regulación pretendía para el bien común de la sociedad.
No
es extraño que empresas que hacen poco más que cumplir la normativa
ambiental muestren en la web corporativa una gran sensibilidad hacia el
medio ambiente. No
es malo ya que contribuyen a expresar un compromiso para con los
valores ambientales e implica que el cumplimiento no es sólo porque una
ley obliga sino porque es la voluntad de la sociedad, la cual es
compartida por aquella empresa que quiere sentirse y ser reconocida como
parte de la sociedad, no sólo de un mercado sometido a unas
regulaciones.
Sería bueno que en materias como la lengua se pudiera hacer un abordaje similar. La gestión de la diversidad es fundamental dentro de la RSE. Y la lengua, como la cultura en general, forma parte de un área de diversidad muy importante. De
hecho, es un área que por las sensibilidades que mueve, sería bueno que
más empresas aborden proactivamente y con responsabilidad social y no
dejen solo en manos de la política. Una organización se podría remitir a los acuerdos internacionales sobre la materia. Y
por supuesto, también a las constituciones de cada país, por lo que una
empresa se podría preguntar, en nuestro caso, que hace para dar
cumplimiento a lo previsto en la Constitución española en el respeto y
protección de la riqueza que suponen las diferentes lenguas. O yendo más allá, como una empresa aplica el criterio según el cual en el Estado hay nacionalidades y regiones. Y eso mismo respecto a lo previsto en el Estatut d'Autonomia u otros desarrollos normativos. Finalmente
la pregunta sería, como la empresa da respuesta a una voluntad de la
sociedad de garantizar el uso social de una lengua, lo que en parte pero
no plenamente queda recogido en el articulado de algunas leyes.
Ante una materia tan sensible como la lengua, las empresas deberían moverse entre tres vectores: el legal
(garantizar su cumplimiento), el comercial (incorporar criterios de
mercado) y el de responsabilidad social (ser sensible a las inquietudes
de la sociedad). Junto a
la regulación normativa, la RS abre las puertas a un marco de relación
en el que las empresas puedan desarrollar compromisos a partir de una
mejor comprensión de las demandas de la sociedad, dialogando con grupos
de interés y encontrando las mejores prácticas.
En conclusión, para gestionar la RSE no es suficiente con cumplir el articulado de la norma e ir un poco más allá. Hay que cumplir la expectativa que tiene la sociedad sobre esa materia y que el legislador ha redactado en forma normativa, lo que implica comprender los intereses de la sociedad y el propio contexto de sostenibilidad. Y otra reflexión diferente que ahora no toca es la que correspondería a la mala legislación, la acumulación desordenada y sobrepuesta, los marcos que han quedado desfasados por el paso del tiempo y por la evolución de la mentalidad social, o aquellas normas que no adecuan a los estándares de una cultura democrática que la humanidad pide.
En conclusión, para gestionar la RSE no es suficiente con cumplir el articulado de la norma e ir un poco más allá. Hay que cumplir la expectativa que tiene la sociedad sobre esa materia y que el legislador ha redactado en forma normativa, lo que implica comprender los intereses de la sociedad y el propio contexto de sostenibilidad. Y otra reflexión diferente que ahora no toca es la que correspondería a la mala legislación, la acumulación desordenada y sobrepuesta, los marcos que han quedado desfasados por el paso del tiempo y por la evolución de la mentalidad social, o aquellas normas que no adecuan a los estándares de una cultura democrática que la humanidad pide.
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