[es] Los horarios en Latinoamérica forman parte del tópico y de la realidad. En este reportaje de la Vanguardia (25-03-2010) se dibuja muy bien. ¡Y sin rigor horario no se pueden plantear políticas de conciliación! Las empresas comprometidas deberían ayudar a modificar la cultura nacional. Desgraciadamente, en Cataluña no podemos presentarnos aún como modelos de puntualidad ni mucho menos como expertos en conciliación. Si bien quedamos muy lejos del modelo latinoamericano, aún no hemos alcanzado un estándar suficientemente exigente en cuanto a la puntualidad. ¡Las empresas que quieran trabajar por la conciliación también deben emprender esta lucha por la mejora de la cultura nacional en cuanto a la autoexigencia en puntualidad!
En América Latina está tan arraigada la impuntualidad queser puntual parece inapropiado. Son muchos los presidentes que han intentado, sin éxito, acabar con ella.
El presidente Evo Morales ha emprendido una batalla perdida. Pretende nada menos que los bolivianos sean puntuales. Antes que él, otros mandatarios del continente como el peruano Alan García y los ecuatorianos Lucio Gutiérrez y Rafael Correa fracasaron en su intento de combatir la impuntualidad, una epidemia que afecta a toda América Latina.
El reloj latino anda diferente. En un continente donde sólo los toros (donde haya corridas) comienzan a la hora, está mal visto socialmente llegar pronto a una cita. Tan inculcada está esa conducta que, en ocasiones, ser puntual aparece como inapropiado. Mantener a alguien esperando es una forma de expresar la jerarquía. Cuanto más alta sea la posición que uno ocupe, mayor es la probabilidad de que haga esperar a otra persona. No falta quien atribuye la impuntualidada que no se tiene prisa en los climas tropicales, donde el ritmo de vida es menos estresante. Otros ven una posible génesis en la ascendencia: de españoles e italianos se heredó el cultivo de la sobremesa y la charla, y del indígena, el ritmo de la naturaleza, lo contemplativo. Los latinoamericanos admiten que la impuntualidad es una señal de la identidad nacional, a la que se le ha llegado a dar el gentilicio de cada país: por ejemplo, hora dominicana, hora colombiana... [Continuar leyendo en la Vanguardia: Ahorita nomás]
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