4.9.10

Actuar desde la conciencia personal contra políticas caducas

Aprovecharé el lamentable episodio protagonizado por Sarkozy convirtiendo los gitanos en cabeza de turco de los problemas sociales para defender las sociedades complejas.

Està claro que la sociedad debe encontrar maneras de hacer posible la convivencia, como también parece adecuado que los estados tengan un papel determinante a la hora de regularla. Pero la sociedad civil debería ser mucho más activa a la hora de buscar soluciones para integrar y respetar la diversidad y convertirla en una fuente de riqueza. No se puede dejar todo en manos de los poderes públicos porque su comportamiento regulador y sancionador no es a menudo el más adecuado para abordar la complejidad de muchos de los problemas a los que debemos hacer frente.

Los gitanos llegaron a Europa en el siglo XV, coincidiendo en el momento en que se empezaban a constituir los estados-nación obsesionados por la homogeneidad. En ese contexto, si se quería mantener la identidad étnica, las propias costumbres, tradiciones, lengua... quedabas al margen de la sociedad. Por eso, durante siglos los gitanos han sido estigmatizados por la sociedad bajo el liderazgo de los poderes públicos. En los estados francés y español se han promulgado leyes contra los gitanos y se han expulsado.

En el caso del gitanos, por el hecho de la discriminación social que conlleva y sus condiciones de vida, es fácil de comprender que se da una estigmatización. Pero la manía de los estados para disponer de unas sociedades homogéneas llegó a la voluntad activa disponer de una nación homogénea desde todos los puntos de vista. Por el mismo motivo no se podía aceptar que dentro de un estado hay convivieran diferentes naciones. Aunque aquí deberíamos matizar entre realidades como la británica, con un sentido más tolerante y liberal donde fue posible el respeto a las naciones integrantes del proyecto común, y otras como la francesa e hispánica que desde los poderes centrales la nación dominante tenía un proyecto que comportaba la aniquilación de las otras realidades nacionales.

Puede parecer que esto sea historia pero todavía forma parte de nuestra realidad, de nuestros problemas y tensiones, y aparecen con nueva fuerza como grandes retos del siglo XXI en el contexto global y muy especialmente en Europa, donde a la vez que estamos construyendo un proyecto de unidad y al mismo tiempo que se hacen proclamas por el derecho a la diferencia y la igualdad de derechos, se siguen usando respuestas más propias de siglos atrás.

Para los nuevos tiempos, hacen falta nuevas sensibilidades, se necesitan nuevos liderazgos, se necesitan nuevos paradigmas. Sin duda la responsabilidad social de las empresas forma parte de este nuevo modelo, aplicado a las políticas de las organizaciones, pero este enfoque de gestión no debe limitarse a una aplicación metodológica de cuatro preceptos políticamente correctas sino que debe saber salir del guión para captar las nuevas necesidades de la sociedad. Ayudar a repensar el mañana ya trazar soluciones, experimentar propuestas.

Estamos todavía prisioneros de ideas, valores y actitudes propias de hace trescientos y quinientos años. Cambiarlas implica que las personas deben tomar un liderazgo basado en la conciencia, en la autorresponsabilidad, en el compromiso y la exigencia ética. Nos toca cuestionar los preceptos que no funcionan, que no se sostienen sobre bases suficientemente sólidas desde un punto de vista ético. Finalmente la política y los poderes públicos son necesarios para nuestra articulación social y económica pero por ahora no disponen intrínsecamente de la capacidad de renovación y puesta al día que su propia supervivencia requiere. Hace falta entonces coraje y fortaleza para saber articular las voces de la sociedad civil, de las personas que son capaces de poner voz renovada a la nueva película que comienza en este siglo XXI.

Artículo publicado en DiarioResponsable y, en catalán, en Jornal.cat