21.2.14

¿Quien piensa la smartcity?

¿Quien piensa la ciudad? Cuando nadie piensa la ciudad ésta se va conformando según las necesidades de cada agente que va transformando la ciudad hasta donde topa con los intereses de otros. Es un crecimiento orgánico, con todo lo que tiene de positivo, pero también negativo tanto por las ineficiencias que puede generar ya que muchas acciones sobre la ciudad no son fácilmente reconvertibles y van dejando huella, al tiempo que también por las injusticias que se pueden derivar de un crecimiento poco democrático fruto de la prevalencia de poderes que no piensan en el interés general. Frente a la ciudad medieval se encuentra la moderna, concebida desde la racionalidad, pensando en los intereses compartidos, en la utilidad, la salubridad, anticipándose al futuro... Ciutat Vella y Eixample conviven hoy en Barcelona y son el fruto de maneras diferentes de pensar la ordenación urbana.
 

Pensar hoy la ciudad implica no pensar solamente en cómo articular las necesidades de la ciudadanía y la actividad económica. Implica no solamente pensar en términos urbanísticos y arquitectónicos como hacer una ciudad agradable y preciosa. Implica no solamente en términos de ingeniería como facilitar la circulación de vehículos o cómo distribuir las capacidades de carga turística. Implica no sólo en términos sociales como crear los espacios de socialización, culturización, cohesión. Implica esto y mucho más, porque las ciudades ya no son únicamente el núcleo central de un territorio que capitalizan sino que son los nodos que articulan un planeta que se nos ha hecho pequeño, limitado y amenazado. Las ciudades forman parte de un tejido global que acoge crecientemente la mayor parte de la población y que no han sido concebidas en términos de impacto en la sostenibilidad global. El impacto de las ciudades en términos energéticos, ambientales, sociales, culturales, económicos... en todas las áreas de la sostenibilidad, es brutal.

Al igual que las empresas y las industrias tienen que repensarse en cuanto a los impactos que genera su actividad, también los territorios deben pensar cuál es su impacto agregado y cómo pueden repensarse para modificar su comportamiento colectivo. Organizaciones por un lado y territorios para otro tienen que hacer un esfuerzo que es similar en cuanto a repensarse en términos de ser más eficientes en su funcionamiento tanto en el sentido interno como respecto a la eficiencia que aportan al sistema al cual pertenecen. Repensar las organizaciones y repensar los territorios, con el foco central en las empresas y las ciudades, dado su mayor impacto. Repensar en un contexto de sostenibilidad implica hacer referencia a impactos positivos y negativos, a buscar el equilibrio de los sistemas, a abordar los retos de la autosuficiencia energética y de la capacidad de crear a la vez valor económico y social, etc.

Las empresas habían sido concebidas como entes jurídicos sin una responsabilidad más allá de la de sus gestores. Pero cada vez más la empresa ha desarrollado unos valores propios, corporativos, y ha pasado a obtener la categoría de ciudadanía corporativa. En el contexto de la gestión de la responsabilidad hacia la sociedad, las empresas que han hecho esta evolución cultural se han abierto a ser co-pensadas, a considerar que el punto de vista de los diferentes grupos de interés era legítimo, no limitándose al de la propiedad y la dirección. Hoy hay empresas ciudadanas, que se piensan y se co-piensan.

¿Y los territorios? ¿Aunque creemos que sólo son un espacio compartido que alguien gestiona a partir de encajar los intereses confrontados? Los territorios también han ido desarrollando un sentido de marca, una personalidad, unos valores y un comportamiento asimilable a la ciudadanía corporativa. Hablar de Territorios Socialmente Responsables hace referencia a esta capacidad de otorgar ciudadanía a un espacio territorial. En un TSR diferentes agentes, privados, sociales y públicos, gestionan su responsabilidad social, y se impulsa la capacidad de dar respuesta a los retos compartidos. La creación de unos atributos de responsabilidad vinculados a la marca de territorio no es fruto de un proceso de marketing de diseño sino que responde a una lógica bottom-up que permite construir desde unas bases culturales que evolucionan. Si el modelo de gobernanza implica un liderazgo de los poderes públicos que invita a los agentes a implicarse, el modelo TSR complementa la gobernabilidad y la refuerza en la medida que desarrolla el sentido de compromiso de cada operador a la hora de hacerse responsable de sus impactos y corresponsable del espacio compartido.

Los retos de cambios que deben afrontar las ciudades son enormes si quieren contribuir a la sostenibilidad local y global. Implican repensarse totalmente. No es sencillo entender la magnitud de los cambios y sus implicaciones. Y ahora el reto vuelve a ser quien piensa la ciudad, quien piensa el territorio. ¿Se trata meramente de encontrar soluciones técnicas donde sólo importan los ingenieros? ¿Se trata de una materia política donde el reto es democrático y de gobernabilidad? ¿Se trata de algo más grande? Sinceramente creo que es mucho más grande porque estamos poniendo las bases de la vida colectiva de las próximas generaciones, con implicaciones a todos los niveles, sociales, culturales, ambientales, económicas, gobernanza... A este reto lo llamamos smartcity, un concepto que podemos traducir por ciudad inteligente, y que pretende usar de manera intensiva la tecnología para dar respuesta a los retos de sostenibilidad.

Y ahora cabe preguntarse, ¿quién piensa la ciudad inteligente? ¿Es condición sine qua non ser inteligente para pensar la ciudad inteligente? Se ha dicho que la smartcity debe ser útil para la señora María, pero la señora María o el señor Pepito ¿pueden también ayudar a pensar la ciudad inteligente? Hay un riesgo bien conocido y detectado de que la smartcity acabe siendo una oportunidad de negocio para empresas tecnológicas que la rellenen de sensores para contar todo lo que se mueve aunque no sepamos de qué nos sirve la información. Existe el riesgo de que el territorio sea pensado desde los intereses privados de cada operador y desde el interés también particular de instituciones públicas que piensen más en términos de rédito electoral o de marca de ciudad más que en términos de interés general y de desarrollo a largo plazo.

Hay que aclaramos si smartcity es sólo una dimensión de todo el desarrollo que han de experimentar las ciudades, la más vinculada a la gestión inteligente de la información por medio de la tecnología, o si por smartcity entendemos el todo, que ha integrar tanto el gobierno inteligente como todas las demás dimensiones y que, en consecuencia hay que democratizar. En mi modesta opinión, la definición de esta ciudad del futuro  -sea smartcity bien el descriptor central o bien un atributo relevante-  debe ser co-pensada, co-creada, co-desarrollada por agentes muy diversos, y la gestión de la información y el conocimiento debe basarse en la transparencia.

La construcción de la ciudad, la estructuración del ámbito compartido, es la gran oportunidad y reto donde se dirimirá la capacidad de poner los diferentes agentes al servicio de intereses privativos o al servicio de intereses generales. En los próximos años, a medida que el contexto de sostenibilidad nos obligue a reconsiderar la ciudad, veremos qué significa o qué limitaciones tiene el sentido de responsabilidad de las empresas y organizaciones para con la sociedad, para con el territorio, para con la colectividad. La respuesta más inteligente es la ciudad que se piensa a sí misma, de manera orgánica, es decir dinámica, dúctil, a partir de los distintos operadores y agentes, pero ya no por medio de ir encontrando los límites del poder de cada uno sino mediante una inteligencia compartida, que el recurso tecnológico permite, y que debe favorecer el desarrollo de una cultura de la responsabilidad compartida de cada agente y un modelo de gobernanza del espacio público que legitime el salto que habrá que dar en los próximos años contando con un factor de empresas comprometidas con el bien común.

Josep Maria Canyelles i Pastó
21 de febrero de 2014
Promotor de Responsabilitat Global
Socio-consultor de Vector 5 · Excelencia y sostenibilidad
RSE en el sector tecnológico: presentación personal [ca]

Artículo publicado en DiarioResponsable
Versió en català d'aquest article: Qui pensa la smartcity?

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