25.3.18

[ARTÍCULO] Nuestras relaciones en un algoritmo. ¿Hacia dónde vamos?

¡Lo saben todo de nosotros! La tecnología permite que algunas empresas, por medio de algoritmos que se van perfeccionando, lo sepan casi todo de nosotros. Spotify puede sugerir las canciones que más se ajustan a nuestra personalidad ya que cada vez va teniendo un conocimiento más ajustado de los usuarios. Amazon ha conseguido que millones de personas reciban directamente la oferta de los productos que necesitan o desean.

Y ya nos va bien. A pesar de que este control nos preocupa teóricamente, lo cierto es que nos resulta práctico y finalmente la decisión de compra, aunque incentivada, depende de cada uno. Pero hay una consecuencia que no podemos condicionar o controlar y es que a medida que somos clasificados y entramos en estos círculos definidos por los algoritmos la tecnología limita las posibilidades que nos encontramos con productos que no están en nuestros parámetros habituales.

Uno tiene derecho a elegir su modo de vida, su círculo de relaciones, su grado de sociabilidad, las lecturas y ámbitos de conocimiento, los lugares donde hacer turismo... Es más, creo que en el futuro, uno de los retos será cómo hacer posible que en un mismo mundo y incluso dentro de un mismo estado o una misma sociedad puedan convivir estilos muy diversos, con la posibilidad de que tengan diferentes cribas incluso legales. Por lo tanto, creo produndament y hasta límites intensos que la gestión de la diversidad será un reto fundamental en el siglo XXI.

¿Pero como articulamos la convivencia?Asimismo, debe haber espacios donde la vida colectiva se pueda garantizar y se haga posible la coexistencia. Hace un cierto miedo que los modelos comerciales guiados por los algoritmos nos llevan hacia unas zonas de pensamiento único donde los usuarios sólo consumirán lo que les gusta y que no tendrán la posibilidad de encontrarse por azar con la diferencia. ¿Donde queda la diversidad? Esta no es sólo vivir en tu opción de diversidad sino tener la oportunidad de convivir con las otras diversidades para aprender a reconocerlas y a respetarlas, para poder intercambiar, para crecer como personas y colectivos, para innovar, para enriquecerse, para dudar, para cambiar...

Démonos una oportunidad a la descubierta. Cerrándonos en círculos impermeables dificultamos la serendipia, es decir, que sobrevengan los descubrimientos casuales o imprevistos en el mundo de la investigación, pero también en nuestro descubrimiento personal del entorno y de nosotros mismos.

Empresas y comunidades. Todas las tendencias van hacia aquí. Ferran Rodés, en una comida de Respon.cat, nos vaticinaba hace unos días que sólo sobrevivirán aquellos diarios que sepan conectar con comunidades concretas con cosas en común y a quien preguntarán qué contenidos quieren; de hecho, decía que llegaremos a diarios de comunidad. Reconocía que la experiencia del diario ARA vino de esta reflexión y que se definió un target muy específico, de personas con un nivel sociocultural alto, también socioeconómico alto porque sino no compran prensa, al tiempo con un sentido compromiso con el entorno.

Medios de comunicación y comunidades. El caso del diario ARA es de una gran profesionalidad. Pero es que vemos como algunos diarios que antes eran considerados rigurosos han perdido toda la credibilidad cuando se analizan con frialdad, pero que no tienen pudor a tergiversar o hacer uso de fakenews porque ya se han convertido en panfletos de su comunidad de intereses. Se refuerza la dualidad entre los que ante un hecho objetivo pueden interpretarlo de una u otra manera. Y en esto se basa la posverdad.

Ni una brizna de empatía. Ahora mismo, ante el encarcelamiento arbitrario, injusto, sin una base legal sólida, con acusaciones forzadas, y que generan un sufrimiento innecesario a padres y madres y a toda una parte de la sociedad, nos encontramos con personas que, no sólo valoran los hechos de manera diferente sino que no muestran ningún tipo de empatía por el sufrimiento de otros. Y aún más, que pueden mostrar públicamente su satisfacción porque rivales políticos que han actuado de manera pacífica siguiendo el mandato democrático tengan que sufrir este castigo.

Todo ello me hace pensar que es hacia donde vamos. Hacia un mundo donde en un mismo territorio podemos convivir colectivos que, por el acceso a fuentes de información y de socialización tan diferentes y tan polarizadas, ya dejamos de ser considerados una sociedad cohesionada y pasamos a ser sencillamente colectivos en régimen de coexistencia que se puedan tolerar pero que no sienten ni empatía.

Si este es el destino, asistiremos a una deshumanización, a una degradación del capital social, y a una dificultad enorme para construir grandes consensos sociales, para abordar los retos, y para hacer posible la gobernanza. Ni los derechos humanos o el respeto al estado de derecho generan una mínima adhesión. Cuando se supone que la Humanidad debería alcanzar la cima de la civilización es cuando el sentido de la frase de Terecio (Roma, siglo II aC) tal vez ya no es vigente: «Soy humano y nada humano me es ajeno». O cuando la frase de Bertolt Brecht vuelve a hacerse imprescindible:  «Cuando vinieron a buscar a los judíos, no me preocupé porque no era judío. Cuando vinieron por los comunistas, no me preocupé porque no era comunista. Y al final, cuando vinieron por mí, ya no había nadie que pudiera preocuparse».


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