31.10.16

[REFLEXIÓN] El fraude electoral

Hay muchas cosas de la política catalana de los últimos años de las que nos podemos sentir orgullosos. El marco general sin duda pivotaría en torno a la capacidad de escuchar a la ciudadanía, la pulsión de la gente y la tendencia de la sociedad. En medio de esta capacidad de escucha quiero citar un momento concreto, que en su momento también dio lugar a mucha crítica de los adversarios. Me refiero a las elecciones adelantadas que convocó Mas en 2012.

El adelanto electoral vino precedido de la manifestación "Cataluña, nuevo estado de Europa" celebrada el 11 de septiembre de 2012, con una asistencia de entre 1, 5 y 2 millones de personas, donde se reclamó la independencia de Cataluña en lo que fue la manifestación más multitudinaria de la historia de Cataluña. La semana siguiente, en una reunión entre el Presidente de la Generalitat, Artur Mas y el Presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy se evidenció una gran desavenencia entre ambos líderes. Rajoy reiteró a Mas la negativa a discutir su propuesta de pacto fiscal para Cataluña, rompiendo las negociaciones entre ambos gobiernos.

Este adelanto fue criticado por electoralista. Pero de hecho, en estos términos no habría salido bien para el partido gobernante ya que pasó de 62 a 50 diputados, a la vez que ERC ganaba 11. Pero la cuestión importante es otra: el programa con el que CiU se había presentado en las elecciones de 2010 sufría un cambio fundamental: pasaba de autonomista independentista. Y aunque era el cambio que se había producido en la sociedad de manera muy generalizada, este cambio era necesario pasarlo por las urnas. Ello dio más legitimidad a todo el proceso que se ha convertido posteriormente y la ha situado en unas coordenadas impecablemente democráticas.

Hago este recordatorio de los hechos para mostrar mi sentido enormemente crítico con el paso que han hecho el PSOE y Ciudadanos favoreciendo un nuevo gobierno del PP y, por más inri, sin ninguna condición para la sustitución de un Mariano Rajoy, líder de un partido y un gobierno manchado por múltiples malas prácticas entre las cuales la corrupción, la imposición política sin diálogo, y el agravamiento del conflicto entre Cataluña y España.

No hay que tirar de hemeroteca para calificar este hecho de fraude electoral sin paliativos. Ir a unas terceras elecciones era una muestra del fracaso de la política. Cierto. Pero tan cierto como que la política en España ha fracasado. Y era mejor asumir todas las responsabilidades de unas terceras elecciones que no cometer este grave atentado a la voluntad de los electores. La política catalana -y en el ejemplo que he puesto, Artur Mas- en relación con la manera española de hacer las cosas han sido la cara y la cruz.

La revuelta democrática que estamos viviendo en Cataluña es posible porque se ha gestando desde de la base, porque hay una sociedad profundamente democrática y vertebrada. En España todavía hay una profunda base sociológica que bebe del régimen anterior -no se ha hecho limpio- y no hay suficiente capacidad de vertebración pesar de la evolución positiva que se observa para que la ciudadanía haga imposible ciertas decisiones que se toman desde la clase política con autonomía autista. En Cataluña esto no habría sido posible. Bien lo sabe el PSC, que no ha tenido más remedio que comportarse puntualmente como un partido diferenciado.

Se ha producido un fraude electoral enorme. Como dice hoy Vicent Partal, lo que desprestigia las instituciones es que los diputados votan lo contrario de lo que han prometido a los electores. Pero el engaño és más crudo si se mira la trayectoria de un PSC y un PSOE que -más en los últimos años- habían usado el espantajo del PP electoralmente "si tú no vas ellos vuelven". Y que tenían con los pactos con el PP su crítica fácil a la CiU de 1996 al 2012. Y respecto a Ciudadanos, que se habían hecho su espacio bajo el lema de la lucha contra la corrupción... Ambos partidos tendrán que reinventarse: los argumentos centrales y casi únicos de los últimos años se les han fundido. Con la perspectiva no sólo de los programas de las últimas elecciones sino de los discursos de los últimos años, el fraude democrático es aún mayor, insultante. Y hablo como demócrata, porque como independentista, francamente, ya me está bien porque evidencia de nuevo que España no quiere cambiar. España no cambiará nunca hasta que la fuerza de los hechos la obligue a ello. Y eso sólo pasará -esperemos que bien pronto- cuando Cataluña deje de financiar la insostenibilidad del Estado español.

La última reflexión que debemos hacer. España es ingobernable sin contar con Cataluña. Las cifras lo muestran. Todo este año perdido lo testimonia. Ahora -un poco tarde- Pedro Sánchez verbaliza que Cataluña es una nación y que habría que encontrarle un encaje partiendo de esta realidad. Si lo hubiera dicho antes quizás el diálogo con Podemos no habría saltado por los aires. ¿Pero de qué sirve que un perdedor haga esta afirmación si sabemos que nadie en su país se la comprará? Y sabemos que ni él sería capaz de sacar ninguna consecuencia práctica de ello... ¡Seríamos una nación pero igualmente sin soberanía, mira por dónde! España históricamente no ha aceptado el pacto, son hidalgos y las batallas se ganan o se pierden pero los pactos son entendidos como una muestra de debilidad o son vividos como una concesión necesaria para distraer y poder rematar al enemigo engañado, como hicieron con Cataluña con los pactos falsos de la Transición.

Nota: por cierto, ya que he empezado refiriéndome a las elecciones adelantadas convocadas por Mas. Cierto que se perdieron 12 escaños, pero en un contexto de desgaste que se vio magnificado por las mentiras periodísticas: El 16 de noviembre el diario El Mundo publicó un presunto informe de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía Nacional, sin autoría concreta, que interfiere en la campaña electoral. Según el documento, parte de las supuestas comisiones irregulares de empresas a Convergencia Democrática de Cataluña relacionadas con el caso Palau se destinaron a cuentas de la familia de Jordi Pujol en Suiza y de Mas en Liechtenstein. Ahora hemos sabido que fue José Zaragoza, secretario de organización del PSC, quien envió la filtración a El Mundo, condicionado a que saliera publicado el día que electorament les interesaba. Y aquí no pasa nada. En esto todavía somos un poco españoles, lo confieso.