29.3.15

[REFLEXIÓN] Los insultos contra los catalanes no son una anécdota

No es ninguna novedad que las redes sociales son un ámbito donde las expresiones xenófobas contra Cataluña y los catalanes proliferan de manera abundante. Nadie debería sorprenderse por los twitts publicados en Twitter alegrándose de la muerte de catalanes en el accidente de Germanwings. No suponen ninguna escalada, forman parte de la normalidad con la que algunas personas se expresan en las redes.

Entre los mensajes ofensivos que se publicaron como consecuencia del siniestro encontramos: "El accidente de avión me parece muy bien si había catalanes dentro","Ojalá que sean todos catalanes los muertos en el accidente de avión que volaba entre Barcelona y Düsseldorf" o "Sólo son españoles cuando una desgracia para apuntarse a las indemnizaciones. Boicot products of Cataluñisten" .

Hasta ahora había habido una dejadez absoluta por parte de las autoridades. El gobierno español nunca había movido dedo y la policía recomendaba sencillamente no hacer caso ya que no son más que trolls provocadores. Por supuesto, si los insultos fueran contra España la reacción habría sido toda otra, porque como se puede percibir en muchas otras cosas en España hay ciudadanos de primera y de segunda en cuanto a derechos y dignidad.  

Sin embargo, en esta ocasión el Gobierno sí ha querido mostrar que algo hacía, y ha procedido a identificar personas y detener a una¿Qué puede haber cambiado si todo ha ido como siempre? La diferencia es que toda la prensa occidental mantiene una actitud de observación activa alrededor de todo lo que sucede sobre el análisis de este accidente. Y el mundo no puede entender la actitud de algunos ciudadanos españoles y la falta de reacción cívica, política y judicial ante unos insultos tan primarios, degradantes, insensibles y manifiestamente xenófobos.

La prensa internacional, como no podía ser de otra manera, se ha hecho eco de los hechos, como podemos leer en el Indépendant , Newsweek , Daily Mirror , Focus.de , Le Figaro y muchos otros. Podemos presuponer sin miedo a equivocarnos que sin la exposición a la opinión pública internacional, España no habría hecho nada, ya que su comportamiento en la materia ha sido constante.


Puede ocurrir que algunas personas no otorguen una gran relevancia a estas expresiones, considerando que se trata de pocas personas, a pesar de que las redes sociales lo magnifiquen. O incluso que consideren que estas expresiones no dejan de ser una manifestación circunstancial por el momento que vive la relación política entre Cataluña y España, por lo que no se les debería dar más relevancia que un hecho puntual y reducido.

Sería un craso error. En primer lugar porque las expresiones violentas y xenófobas no deben ser aceptadas con dejadez porque ayudan a conformar un estado de opinión y a dar sensación de impunidad. Además, establecen una diferencia inaceptable entre comunidades, ya que difícilmente tal expresiones contra judíos, gitanos, o sencillamente españoles serían consentidas sin más.

Pero la gravedad viene por la continuidad en el tiempo, por un sentimiento de catalanofobia que tiene sus raíces hace cinco siglos y contra el que ni en épocas de democracia no se ha hecho nada para combatirlo. De hecho, es natural que no se combata si no se tiene conciencia, y aquí es donde encontramos el gran peligro. La falta de conciencia es lo que permite que, sin que se manifieste en sentido activo, haya en la sociedad española una gran base de sentimiento de aversión hacia la catalanidad.

Mientras la sociedad española no afronte esta espinosa cuestión nunca se podrá abordar desapasionadamente el debate sobre la diversidad cultural, lingüística y política en el Estado. Y la consecuencia de tanto debate enquistado es que España no puede afrontar ninguno de sus debates importantes, como sobre su modelo de desarrollo social y económico, porque los temas territoriales siempre acaban siendo una losa y porque otros territorios han compensado siempre la falta de desarrollo de una nación castellana que no ha tenido que repensarse para su sostenibilidad.

Las palabras de Quevedo no han dejado de sonar paso extrañas durante estos siglos, ni ahora mismo: En tanto que en Cataluña quedase algun solo catalán, y piedras en los campos desiertos, hemos de tener enemigo y guerra...  El catalán era la criatura más triste y miserable que diós crió. Estoy convencido de que no hay ninguna reciprocidad en estos sentimientos, porque más allá de lo que puedan expresar personas concretas, no puede haber un sentimiento equivalente en Cataluña, entre otros motivos por el carácter compuesto de la sociedad catalana.

La constitución de un estado propio para los catalanes es la mejor manera de recuperar la dignidad como pueblo, al tiempo que España también pueda hacer su catarsis. Todos necesitamos limpiar, empezar de cero, proyectar el futuro sin perder más tiempo. Desde la libertad de las personas, que sólo es posible con la de los pueblos, podremos regenerar una relaciones sinceras. No es nada normal que los catalanes siempre seamos el asno de los golpes y que nunca aparezcan en España voces que salgan en su defensa, ni en el mundo académico, ni en lo social y cultural, ni en lo político, con contadas excepciones.