Valoración personal de que ha pasado estos últimos 10 años en RSE
Primera. La RSE nació y ha
sido conocida por sus grandes tres dimensiones, la ambiental, la
económica y la social, tríada que ha ido asociada a expresiones de éxito
conceptual y comunicativo como el Triple cuenta de resultados (Tripple
Bottom Line, en inglés), o las tres P que corresponden a People,
Planet, Profit. Esta segmentación de la RSE colabora a
hacer entender la RSE como una suma de varias buenas prácticas
departamentales menudo inconexas entre ellas o con una dificultad para
comprender el sentido integral o holístico dentro de la organización de
este enfoque de gestión. A menudo se confunde la RSE con
sus buenas prácticas, no comprendiendo que la RSE es sobre todo un
estilo de gestión, que lógicamente se concreta en buenas prácticas. Con
la crisis de inicio del sXXI marcado por Enron y las punto.com se puso
sobre la mesa la importancia del buen gobierno en una gestión integral,
coherente y congruente de la RSE. Sin tener en cuenta los cinco vectores de la RSE
(impactos económicos, sociales, laborales, ambientales, y buen
gobierno) no podemos tener una verdadera RSE, ya que de hecho es el buen
gobierno ético y responsable lo que permite hacer de inductor de los
demás y de aglutinante.
Segunda. El diálogo
con los grupos de interés es un elemento metodológico constituyente de
la RSE, sin el cual no se puede hablar en rigor de RSE. Podríamos hablar incluso de empresa ética o de empresa sostenible, pero no de empresa responsable en el sentido de la RSE. Ligando
con la reflexión anterior, a algunas empresas les costó aceptar que
debían establecer canales para el diálogo con sus grupos de interés,
porque consideraban que si tenían unos valores éticos y mejoraban la
sostenibilidad de los impactos ya se estaban comportando de manera
responsable. Pero olvidaban que la RSE es un estilo de
gestión para el siglo XXI, desarrollado con el correlato de la Sociedad
del Conocimiento, y concebido para dar respuesta a la complejidad
creciente de los contextos externos e internos de la actividad
empresarial. Así, la RSE, a partir del diálogo con los stakeholders, nos
permite entender qué es lo que la sociedad espera de nosotros, a la vez
que los procesos de interacción no deben ser meras formalidades sino
que deben ser la forma de crear confianza y la oportunidad para crear
innovación social y adelantarse al futuro, tanto en gestión de riesgos
como de oportunidades.
Tercera. La RSE se ha convertido en un must para algunas empresas, especialmente las grandes, lo que permite una doble lectura; por
un lado positiva porque expresa un cierto triunfo para hacer que los
principios de la RSE sean muy relevantes, pero por otra parte negativa
en el sentido de que empresas que no creen en ella de manera profunda hacen uso
del concepto y la acaban pervirtiendo de cara a la opinión pública. Por
suerte, vemos empresas que finalmente acaban expuestas ante los focos
mediáticos y aun judiciales, como consecuencia de algo peor que un
incumplimiento legal, un incumplimiento que además también lo es de unos
compromisos corporativos de gran calado estratégico.
El hecho de que algunas grandes empresas acaben desmontadas en su imagen
pública permite amplificar el discurso según el cual una empresa
insostenible o irresponsable hoy no tiene futuro. Pero al
mismo tiempo también puede conllevar un nuevo descrédito para la RSE si
alguien observa que finalmente la RSE es eso: un discurso bajo el que
puede haber muchas sombras. Lo que hace falta es superar
algunos errores que vienen de lejos, empezando por ser todos más
estrictos en la aplicación de la RSE. Pero sobre todo no aceptar aquellas críticas fáciles que dicen que lo que hay es superar la RSE e ir más allá. Lo
que hace falta es pedir a ciertas empresas que hablan de RSE que dejen
de hacerlo y se limiten a hablar de buenas prácticas ambientales, o
laborales o de filantropía, etc., pero que no contribuyan a la confusión
utilizando el concepto de RSE cuando no les corresponde. Y
una manera de entenderlo sería cuando algunas grandes empresas hablan
de RSE pero cobran a 30 días y pagan a 100, 200 o 300, con unas
ganancias financieros equivalentes a un tercio de sus beneficios anuales
y habiendo provocando la desaparición de muchas pymes durante estos
años de crisis por problemas de tesorería imposibles de solucionar en el
mercado.
¿Cuáles son los retos de futuro de cualquier organización que quiera ser responsable y sostenible, para el caso de Respon.cat?
Respon.cat tiene los retos de hacer crecer en cantidad y en calidad las empresas comprometidas con la RSE. En
cantidad porque queremos que haya muchas más empresas que en Cataluña
se incorporen a la gestión consciente de la RSE, con unos objetivos, una
metodología, unos resultados, pero también en calidad, en el sentido de
una mayor profundización en el sentido de compromiso, en los valores y
actitudes tanto corporativos como de las personas, en vinculación al
modelo de negocio ya la cultura corporativa, en incorporación de la
sostenibilidad a los procesos claves del negocio y los objetivos
estratégicos, como la innovación, la internacionalización, las alianzas,
la fidelización, la reputación, etc.
Además, también pretendemos reforzar el propio sentido de la RSE como
organización, dando respuesta a lo que la sociedad espera de Respon.cat,
empezando por las expectativas de los mismos constituyentes, las
organizaciones asociadas. En este sentido, un ejemplo
relevante es la sesión anual de diálogo con las empresas miembros que
haremos este próximo miércoles, que servirá para identificar retos e
inquietudes y para marcar objetivos de futuro. Respon.cat
debe ser ejemplar en la gestión de la propia responsabilidad social, y
otros de los factores relevantes son el modelo de gobernanza con una
Junta directiva muy representativa y con una alternancia ágil. También
hay que destacar en esta línea la voluntad de construir la propia
legitimidad, en la medida que Respon.cat nace con el reto de ser el
organismo empresarial de referencia en RSE en Cataluña, lo que requiere
también la complicidad del conjunto del tejido empresarial,
institucional y de otras organizaciones empresariales para poder ejercer
con plenitud esta función.
Y a nivel más personal,
como experto, cuáles son los retos de futuro de cualquier organización
que quiera ser responsable y sostenible?
Primero. Extender los valores de la RSE no sólo a lo largo de la cadena de abastecimiento sino en toda la esfera de influencia. Ya
han quedado atrás las concepciones de una ética recluida solamente en
las paredes de las respectivas organizaciones, y una empresa con sentido
de la RSE debe asumir las responsabilidad que se derivan, río arriba,
de la cadena de abastecimiento, muy especialmente en aquellas empresas
que disponen de una posición de dominio en la cadena y de una capacidad
de ejercer su poder. Ahora, además, ha llegado el momento
de dar un salto y pedir a las organizaciones que, en función de su
capacidad, puedan ejercer su influencia responsable todo a su alrededor,
en su esfera de influencia. De hecho, las empresas hoy en
día son un espacio donde se gestan y desarrollan valores y donde toman
cuerpo en actitudes concretas, por lo que ya no podemos limitarnos a
esperar que otras instituciones como las escolares promuevan unos
valores que luego se integrarán a las empresas sino que tenemos que
partir de la idea de que las empresas son actores centrales en la
configuración de los valores de la sociedad y, por tanto, de las
personas.
Segundo. Defendemos que todo tipo de
organizaciones, grandes y pequeñas, privadas, sociales y públicas,
indistintamente, deben gestionar su responsabilidad social, facilitando
que en los diversos territorios se den de manera creciente relaciones
entre organizaciones sensibles, que permitan que la RSE tome relevancia
social. La suma de los modelos de RSE, RSA, RSU, RSU... es
decir, de las empresas, administraciones, organizaciones sociales,
universidades, etc., debería permitir hablar de territorios socialmente responsables. Y
especialmente si finalmente podemos empezar a hablar de RSI, es decir,
de la gestión de la responsabilidad social de los propios individuos y
familias en las interacciones en el mercado, a partir de la compra
responsable, la inversión responsable, o la vinculación ética en el
contexto laboral, profesional o empresarial. Si en el
primer caso hemos situado el vector de dentro de la empresa hacia afuera, ahora
lo hemos puesto de fuera hacia dentro, ya que un ambiente empresarial
proclive a valorar la RSE facilitará en gran medida de que este enfoque
de gestión sea más relevante y pase a formar parte de la manera de hacer
empresa.
Tercero. La RSE debe formar parte del modelo de empresa y de su estrategia corporativa, desarrollando el business case. Una responsabilidad social que no esté en este nivel no generará interés empresarial y no será sostenible. Una
responsabilidad social que sea colateral y no toque el corazón del
negocio estará vinculada a enfoques filantrópicos o buenistas que no
garantizan una profundidad y una sostenibilidad en el impacto, o bien
tendrán un carácter departamental que la convertirán en una mejora no
fundamental. Definitivamente hay que avanzar sin pesar y
sin vacilaciones hacia el modelo de negocio sostenible, que ponga la RSE
en el centro y que establezca el vínculo de causa - efecto con el éxito
corporativo.
Cuarto. Yendo aún más adentro en el modelo de empresa, es necesario que la RSE forme parte de la cultura organizacional, que
forme parte de los valores y que sea una manera de sintetizar que la
persona se encuentra en el centro de la organización y que las
inquietudes sociales son respetadas. La RSE de la empresa
del siglo XXI tiene que dar resultados a partir de la plena disolución
del concepto dentro de la cultura organizacional, y por extensión en la
cultura empresarial del territorio. La RSE debe formar
parte de la forma de hacer empresa, por lo menos para las que aspiren a
la excelencia, dejando al margen las mediocres si acaso. No
deberíamos considerar como modélica, como ejemplar, como merecedora de
premios, reconocimientos o alabanzas, ninguna empresa que no disponga de
unos mínimos compromisos, estilo, rendimiento que integren la ética y
la responsabilidad social.
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