19.11.15

Canyelles en Lleida: "hay que extender los valores de la RSE no sólo a lo largo de la cadena de abastecimiento sino en toda la esfera de influencia"

 
 
Valoración personal de que ha pasado estos últimos 10 años en RSE

Primera. La RSE nació y ha sido conocida por sus grandes tres dimensiones, la ambiental, la económica y la social, tríada que ha ido asociada a expresiones de éxito conceptual y comunicativo como el Triple cuenta de resultados (Tripple Bottom Line, en inglés), o las tres P que corresponden a People, Planet, Profit. Esta segmentación de la RSE colabora a hacer entender la RSE como una suma de varias buenas prácticas departamentales menudo inconexas entre ellas o con una dificultad para comprender el sentido integral o holístico dentro de la organización de este enfoque de gestión. A menudo se confunde la RSE con sus buenas prácticas, no comprendiendo que la RSE es sobre todo un estilo de gestión, que lógicamente se concreta en buenas prácticas. Con la crisis de inicio del sXXI marcado por Enron y las punto.com se puso sobre la mesa la importancia del buen gobierno en una gestión integral, coherente y congruente de la RSE. Sin tener en cuenta los cinco vectores de la RSE (impactos económicos, sociales, laborales, ambientales, y buen gobierno) no podemos tener una verdadera RSE, ya que de hecho es el buen gobierno ético y responsable lo que permite hacer de inductor de los demás y de aglutinante.  
 
Segunda. El diálogo con los grupos de interés es un elemento metodológico constituyente de la RSE, sin el cual no se puede hablar en rigor de RSE. Podríamos hablar incluso de empresa ética o de empresa sostenible, pero no de empresa responsable en el sentido de la RSE. Ligando con la reflexión anterior, a algunas empresas les costó aceptar que debían establecer canales para el diálogo con sus grupos de interés, porque consideraban que si tenían unos valores éticos y mejoraban la sostenibilidad de los impactos ya se estaban comportando de manera responsable. Pero olvidaban que la RSE es un estilo de gestión para el siglo XXI, desarrollado con el correlato de la Sociedad del Conocimiento, y concebido para dar respuesta a la complejidad creciente de los contextos externos e internos de la actividad empresarial. Así, la RSE, a partir del diálogo con los stakeholders, nos permite entender qué es lo que la sociedad espera de nosotros, a la vez que los procesos de interacción no deben ser meras formalidades sino que deben ser la forma de crear confianza y la oportunidad para crear innovación social y adelantarse al futuro, tanto en gestión de riesgos como de oportunidades.  
 
Tercera. La RSE se ha convertido en un must para algunas empresas, especialmente las grandes, lo que permite una doble lectura; por un lado positiva porque expresa un cierto triunfo para hacer que los principios de la RSE sean muy relevantes, pero por otra parte negativa en el sentido de que empresas que no creen en ella de manera profunda hacen uso del concepto y la acaban pervirtiendo de cara a la opinión pública. Por suerte, vemos empresas que finalmente acaban expuestas ante los focos mediáticos y aun judiciales, como consecuencia de algo peor que un incumplimiento legal, un incumplimiento que además también lo es de unos compromisos corporativos de gran calado estratégico.  
 
El hecho de que algunas grandes empresas acaben desmontadas en su imagen pública permite amplificar el discurso según el cual una empresa insostenible o irresponsable hoy no tiene futuro. Pero al mismo tiempo también puede conllevar un nuevo descrédito para la RSE si alguien observa que finalmente la RSE es eso: un discurso bajo el que puede haber muchas sombras. Lo que hace falta es superar algunos errores que vienen de lejos, empezando por ser todos más estrictos en la aplicación de la RSE. Pero sobre todo no aceptar aquellas críticas fáciles que dicen que lo que hay es superar la RSE e ir más allá. Lo que hace falta es pedir a ciertas empresas que hablan de RSE que dejen de hacerlo y se limiten a hablar de buenas prácticas ambientales, o laborales o de filantropía, etc., pero que no contribuyan a la confusión utilizando el concepto de RSE cuando no les corresponde. Y una manera de entenderlo sería cuando algunas grandes empresas hablan de RSE pero cobran a 30 días y pagan a 100, 200 o 300, con unas ganancias financieros equivalentes a un tercio de sus beneficios anuales y habiendo provocando la desaparición de muchas pymes durante estos años de crisis por problemas de tesorería imposibles de solucionar en el mercado. 
 
¿Cuáles son los retos de futuro de cualquier organización que quiera ser responsable y sostenible, para el caso de Respon.cat? 
 
Respon.cat tiene los retos de hacer crecer en cantidad y en calidad las empresas comprometidas con la RSE. En cantidad porque queremos que haya muchas más empresas que en Cataluña se incorporen a la gestión consciente de la RSE, con unos objetivos, una metodología, unos resultados, pero también en calidad, en el sentido de una mayor profundización en el sentido de compromiso, en los valores y actitudes tanto corporativos como de las personas, en vinculación al modelo de negocio ya la cultura corporativa, en incorporación de la sostenibilidad a los procesos claves del negocio y los objetivos estratégicos, como la innovación, la internacionalización, las alianzas, la fidelización, la reputación, etc.  
 
Además, también pretendemos reforzar el propio sentido de la RSE como organización, dando respuesta a lo que la sociedad espera de Respon.cat, empezando por las expectativas de los mismos constituyentes, las organizaciones asociadas. En este sentido, un ejemplo relevante es la sesión anual de diálogo con las empresas miembros que haremos este próximo miércoles, que servirá para identificar retos e inquietudes y para marcar objetivos de futuro. Respon.cat debe ser ejemplar en la gestión de la propia responsabilidad social, y otros de los factores relevantes son el modelo de gobernanza con una Junta directiva muy representativa y con una alternancia ágil. También hay que destacar en esta línea la voluntad de construir la propia legitimidad, en la medida que Respon.cat nace con el reto de ser el organismo empresarial de referencia en RSE en Cataluña, lo que requiere también la complicidad del conjunto del tejido empresarial, institucional y de otras organizaciones empresariales para poder ejercer con plenitud esta función. 
 
Y a nivel más personal, como experto, cuáles son los retos de futuro de cualquier organización que quiera ser responsable y sostenible?  
 
Primero. Extender los valores de la RSE no sólo a lo largo de la cadena de abastecimiento sino en toda la esfera de influencia. Ya han quedado atrás las concepciones de una ética recluida solamente en las paredes de las respectivas organizaciones, y una empresa con sentido de la RSE debe asumir las responsabilidad que se derivan, río arriba, de la cadena de abastecimiento, muy especialmente en aquellas empresas que disponen de una posición de dominio en la cadena y de una capacidad de ejercer su poder. Ahora, además, ha llegado el momento de dar un salto y pedir a las organizaciones que, en función de su capacidad, puedan ejercer su influencia responsable todo a su alrededor, en su esfera de influencia. De hecho, las empresas hoy en día son un espacio donde se gestan y desarrollan valores y donde toman cuerpo en actitudes concretas, por lo que ya no podemos limitarnos a esperar que otras instituciones como las escolares promuevan unos valores que luego se integrarán a las empresas sino que tenemos que partir de la idea de que las empresas son actores centrales en la configuración de los valores de la sociedad y, por tanto, de las personas.  
 
Segundo. Defendemos que todo tipo de organizaciones, grandes y pequeñas, privadas, sociales y públicas, indistintamente, deben gestionar su responsabilidad social, facilitando que en los diversos territorios se den de manera creciente relaciones entre organizaciones sensibles, que permitan que la RSE tome relevancia social. La suma de los modelos de RSE, RSA, RSU, RSU... es decir, de las empresas, administraciones, organizaciones sociales, universidades, etc., debería permitir hablar de territorios socialmente responsables. Y especialmente si finalmente podemos empezar a hablar de RSI, es decir, de la gestión de la responsabilidad social de los propios individuos y familias en las interacciones en el mercado, a partir de la compra responsable, la inversión responsable, o la vinculación ética en el contexto laboral, profesional o empresarial. Si en el primer caso hemos situado el vector de dentro de la empresa hacia afuera, ahora lo hemos puesto de fuera hacia dentro, ya que un ambiente empresarial proclive a valorar la RSE facilitará en gran medida de que este enfoque de gestión sea más relevante y pase a formar parte de la manera de hacer empresa.  
 
Tercero. La RSE debe formar parte del modelo de empresa y de su estrategia corporativa, desarrollando el business case. Una responsabilidad social que no esté en este nivel no generará interés empresarial y no será sostenible. Una responsabilidad social que sea colateral y no toque el corazón del negocio estará vinculada a enfoques filantrópicos o buenistas que no garantizan una profundidad y una sostenibilidad en el impacto, o bien tendrán un carácter departamental que la convertirán en una mejora no fundamental. Definitivamente hay que avanzar sin pesar y sin vacilaciones hacia el modelo de negocio sostenible, que ponga la RSE en el centro y que establezca el vínculo de causa - efecto con el éxito corporativo.  
 
Cuarto. Yendo aún más adentro en el modelo de empresa, es necesario que la RSE forme parte de la cultura organizacional, que forme parte de los valores y que sea una manera de sintetizar que la persona se encuentra en el centro de la organización y que las inquietudes sociales son respetadas. La RSE de la empresa del siglo XXI tiene que dar resultados a partir de la plena disolución del concepto dentro de la cultura organizacional, y por extensión en la cultura empresarial del territorio. La RSE debe formar parte de la forma de hacer empresa, por lo menos para las que aspiren a la excelencia, dejando al margen las mediocres si acaso. No deberíamos considerar como modélica, como ejemplar, como merecedora de premios, reconocimientos o alabanzas, ninguna empresa que no disponga de unos mínimos compromisos, estilo, rendimiento que integren la ética y la responsabilidad social.