25.8.15

Reclamar a España el derecho de ser felices (1760)

Después de ver el capítulo Política de la serie documental 300, producida por TV3 con motivo del tricentenario de la guerra de Sucesión, me ha apetecido leer el texto original del primer memorial de agravios que los dirigentes de la sociedad catalana presentaron rey. Los representantes de los territorios de la Antigua Corona de Aragón en 1760 viajan a Madrid para presentar al rey Carlos III el primer "Memorial de Agravios". Es la primera vez que los sectores dirigentes de la sociedad catalana se atreven a alzar la voz para reclamar la singularidad catalana.
He aprovechado para recortar algunos fragmentos, y me ha sorprendido como la reclamación de los derechos se sustenta en la voluntad de tener unos ciudadanos y unos pueblos más felices. Ahora que se habla de que las sociedades y los estados deberían tomar como valor supremo la felicidad de la ciudadanía, es grato ver que en el siglo XVIII se justificaba en la felicidad una serie de reclamaciones políticas sobre los derechos nacionales de Cataluña y los otros reinos que compartíamos la Corona de Aragón:
¡Qué gozo tuviera Vuestra Magestad si lograra que todos sus vasallos fuesen felices! [...] expondremos en esta humilde representación lo que juzgamos puede contribuir a que en el feliz reynado de Vuestra Magestad sean felices los reynos de la corona de Aragón.
A continuación se reclaman leyes diferentes para cada pueblo, tal como había sido antes del Decreto de Nueva Planta:
¿Acaso dexan de ser perfectas la(s) monarquía francesa, la austríaca y otras, porque las provincias que las componen tienen diferentes leyes? Sin salir de España, y sin salir de la corona de Aragón, hallamos una prue­ba convincente de que es muy provechosa la prudente diversidad de las le­yes municipales, pues sus quatro reynos las tuvieron muy diferentes. Yaun­ que no es de admirar que lo fuesen en Cathaluña y Aragón haviendo sido en su principio distintos sus soberanos, pero es digno de consideración que uno de los mayores héroes que Vuestra Magestad cuenta entre sus ascendientes, el señor rey Don Jaime 1 de Aragón, no menos político que guerrero, recobrando del poder de los moros de los reynos de Valencia y Mallorca y poblándolos de los mismos aragoneses y catalanes que lo sirvie­ron en la conquista, no les dió las leyes de Aragón, ni de Cathaluña, sino otras especiales y las más aptas para hacerlos felices. Todos los reynos de la corona de Aragón tuvieron sus propias distintas leyes,
Defiende que tener leyes diferentes no es implica tener menos éxitos, ser menos eficiente que diríamos hoy:
Mejor que nadie conoce Vuestra Magestad quán preciosa es la corona de las Dos Sicilias y sabiéndolo quánto costó ganarla a los aragoneses, ca­thalanes, valencianos y mallorquines se explica muy satisfecho de la fideli­dad que experimentaron sus gloriosos progenitores. Todo esto ignora los que juzgan que era monstruosa la corona de Aragón por la diver­ sidad de las leyes con que se governaban sus quatro reynos y que unida con la de Castilla deben governarse por las leyes de ésta.
Se hace una crítica a la gran presencia de cargos públicos, funcionarios y eclesiales, a los reinos de la Corona de Aragón mientras que no hay ninguna correspondencia inversa:
Quiso su Magestad que en ambas coronas se diesen promiscua­ mente los empleos sin distinción de naciones y con sola la atención a los méritos. Abrió las puertas de unos y otros reynos y en efecto los castellanos las hallaron abiertas y entraron francamente en Aragón a poseher las mejores conveniencias, más para los aragoneses, cathalanes y valencia­ nos han estado casi cerradas las de Castilla. [...] ¿qué agravio se hacía a los caste­ llanos en no darles empleos en Aragón, privándose los aragoneses de tener­ los en Castilla? ¿Cómo, observándose la más perfecta igualdad, puede faltarse a la justicia distributiva?
Y aclara que no es por falta de talento:
haviendo estado tantos años desatendidos nues­ tros paysanos, podíamos temer que afloxasen en el estudio de las ciencias, más no ha sido así por su buena índole y por su amor a las letras. Sin el estímulo del premio han hecho en ellas los mismos admirables progresos que hicieron en los siglos pasados quando lograban que se remunerara su aplicación. Las universidades de aquellos reynos se han mantenido sin la decadencia que dizen se experimenta en las de Castilla, las exceden sin duda en el número de estudiantes y sus cathedráticos no son inferiores en la sabi­ duría y en el cuidado de la enseñanza de sus discípulos. No vienen, es verdad, como los de las universidades de Castilla a pretender a la corte,
Y también muestra que entre los reinos de la Corona de Aragón se aplicaba este criterio de gobierno local, manera que era considerada más propia del buen gobierno:
Ni los ca­talanes podían tener empleos en Aragón, ni los aragoneses en Cathaluña, ni unos, ni otros en Valencia. Y aquí vuelve a ofrecerse la reflexión que antes hicimos, de que haviendo los aragoneses y cathalanes conquistado y poblado el reyno de Valencia, quedaron excluidos de sus empleos; y es, que aquellos grandes reyes y sus sabios consejeros, conociendo que según el de­ recho natural los padres de familia deben governar sus casas y los ciudada­nos sus ciudades, entendieron que era consequencia de este derecho muy justo y mui provechoso que a cada reyno le governaran sus propios natura­les
Entre los elemento de defensa del autogobierno de cada nación, suelta una perla para calificar el talante de los castellanos, que "tienen el genio duro":
los de una provincia tienen el genio muy diferente de los de la otra y, aun­ que cada uno piensa que el suyo es el mejor, no puede negarse que conviene mucho que congenien los que mandan y obedecen, siendo insufrible para los de un genio blando obedecer a los que le tienen duro. 
Vuelve a la felicidad, ya que esta distribución permitía que ningún reino fuera más dichoso que otro como tampoco se sentía superior:
con esto se evitan seguramente la desigualdad en la distribución de los premios, la embidia y las quexas, que de otro modo son inevitables. No huvo la menor discordia entre aragoneses, cathalanes, valencianos y mallorquines, ni tuvieron embidia a los castellanos todo el tiempo que en cada uno de aquellos reynos obtuvieron los empleos sus naturales. Ningún reyno era más dichoso que otro, ninguno era supeior a los demás, los naturales de uno no mandaban a los del otro
Nota interesante, la forma en que describe con naturalidad las diferencias en el talante de cada pueblo, marcando una diferencia determinante entre los ciudadanos de los reinos de la Corona de Aragón y los de Castilla, así como las consecuencias en el buen gobierno:
No puede negarse que los naturales de la corona de Aragón por lo co­mún no se ayudan, ni apetecen honras y conveniencias fuera de su patria; salen muchos de aquellos reynos, vienen a Castilla, más no a ser­vir con comodidad en las casas, ni con el fin de llegar a mandar en ella, sino a ganar la comidad trabajando en los campos o en las fábricas y pro­curando ser útiles en todas partes. Y este deseo de acomodarse en su propia patria, sin aspirar al mando en la agena, viene de tan antiguo que de costumbre ha pasado a ser genio o naturaleza. Assí lo demuestran las mismas leyes, que afixaban los empleos de cada reyno a sus naturales, establecidas como universal satisfacción de todos, y lo comprueban las historias. Con­ quistaron los aragoneses, cathalanes, valencianos y mallorquines, como se dixo, a Cerdeña, Sicília y Nápoles y a excepción de algunos pocos que que­ daron heredados y se connaturalizaron en aquellos reynos, los demás se vol­vieron a España, dexando el govierno de ellos a sus naturales. De esta mo­ deración proviene, sin duda, que en los reynos de Ytalia no huvo turbaciones, ni alborotos mientras que estuvieron sugetos de los señores re­yes de Aragón
Y llega al tema de la lengua:
En los de Cathaluña, Valencia y Mallorca los procesos y las escrituras de los siglos pasado sestán en su lengua vulgar, que al cabo de tiempo entienden medianamente los castellanos, pero jamás todas sus palabras, y menos la energía de muchas, de cuya inteligencia de­ pende la justa decisión de los pleytos.
El tema de la lengua también se aborda en materia eclesiástica, en una denuncia que los catalanes tenemos menos derechos que los indios!:
A más de estas leyes generales ay otra especial y más poderosa que obliga a que en Cathaluña, Valencia y Mallorca sean obispos y clérigos de sus ygle­ si as los que nacieron o se criaron en aquellos reynos. Porque, según dixi­ mos, en ello se habla una lengua particular y, aunque en las ciudades y vi­ llas principales muchos entienden y hablan la castellana, con todo, los labradores ni saben hablarla, ni la entienden. En las Yndias, cuyos natura­ les, según se dice, no son capaces del ministerio ecclesiástico, los párrocos deben entender, y hablar la lengua de sus feligreses. ¿Y han de ser los labradores cathalanes y valencianos de peor condición que los yndios, haviéndose dado en aquellos reynos hasta los curatos a los que no enten­ dían su lengua?
En este caso, se denuncia que muchas mujeres tienen que confesarse con un traductor, ya que ni ellas hablan castellano ni el obispo catalán:
¿Quántas veces insta la necesidad de que una pobre muger explique su aflixión y se confiesse con su propio obispo? ¿'y ha de sufrir el rubor y la pena de hablarle por yntérprete?
Se cierra el discurso con una referencia a la obra de Felipe V y nuevamente a la necesidad de reformarla para hacer posible la felicidad de la gente y de los pueblos:
Quedó imperfecta esta gran obra de que depende su verdadera felicidad y Dios ha destinado a Vuestra Magestad para que con su soberana inteligen­cia y heroico zelo la perficione.
Un par de comentarios finales sobre las denominaciones:
  1. Es curioso que sean precisamente los representantes de la Corona de Aragón los que reclamen que se hable de España y no de Castilla, ya que no hay que olvidar que lo que realmente se hizo fue conquistar para Castilla los reinos de la Corona de Aragón: Se unió el Consejo de Aragón al de Castilla, que parece debiera ya lla­ marse de España
  2. Para cierta gente del mundo patriotero español que siempre introducen las confusiones terminológicas en la denominación de Cataluña, se puede observar como con toda naturalidad se habla del Reino de Cataluña: sus cuatro reynos [de la Corona de Aragón] son la tercera parte de España
Este documento, llamado Representación, hace una crítica a la política "unificadora" de la monarquía española, que gobierna con plenos poderes en Cataluña tras la derrota militar de 1714. "Algunos pensarán que si los españoles tienen un mismo rey, conviene que tengamos una misma ley para que sea perfecta la armonía, la correspondencia y la unión de las partes de esta monarquía", denunciaba esta Representación. No se consiguió nada. Y un siglo más tarde, en 1885, Cataluña ofreció el segundo memorial de agravios, el de Valentí Almirall, un federalista convencido que se fue desencantando progresivamente. Ha habido entretanto muchas quejas y oportunidades. 
Un siglo después, ahora mismo, en 2015, Cataluña ya no quiere hablar de agravios excepto aquellos a quien debe gustar de vivir bajo el agravio permanente. Hoy una parte importante de los ciudadanos de Cataluña han decidido que, en la relación entre pueblos adultos compuestos por ciudadanos que ya no son vasallos de ningún rey ni cautivos de la historia, Cataluña debe ejercer el Derecho a Decidir. Esperamos que lo haga por la felicidad de su gente, de sus ciudadanos, opción que la historia muestra que sólo con la recuperación de la libertad nacional será posible. ¡Libres y felices!