7.9.15

[ARTÍCULO] La queja a Freixenet por parte de una empresa cliente

El señor José Luis Bonet Ferrer es el presidente del grupo Freixenet desde 1999. De forma creciente, ha entrado en el debate político con tomas de posición radicales contra el proceso soberanista en Cataluña o alertando contra las propuestas económicas de Podemos, criticando el mutismo generalizado de los directivos más importantes del mundo empresarial español respecto a este nuevo partido.

Sus posicionamientos políticos y connivencia con las tesis del PP favorecieron que a finales de 2014 se le eligiera presidente de la nueva Cámara de España, una iniciativa gestada por el gobierno español dentro del conjunto de medidas de recentralización política y económica. También preside la Asociación de Marcas renombrada Españolas y la fundación Foro de Marcas renombrada Españolas. 

No valoro en términos negativos el hecho de que un empresario reconocido se moje en política, aunque seguramente sería más aconsejable diferenciar mejor lo que son posicionamientos personales del actividad como presidente de una empresa. Hay que tener presente que en democracia los votos de cada persona valen igual y, a veces, conviene recordarlo ante la capacidad de influencia de ciertos empresarios, algunos de los cuales han llegado a sugerir que hay que explicar estas consideraciones políticas a sus respectivos trabajadores, en lo que sería una muestra de paternalismo y coacción impropia del siglo XXI.

En todo caso, reitero que no es malo que los empresarios muestren su opinión, siempre que ésta sea respetuosa con la democracia. Una amplia representación del empresariado catalán, por ejemplo, en un momento tan trascendente como el que vive la política catalana, se ha mostrado plenamente respetuosa con la democracia para poder cambiar las cosas hasta donde sea necesario; han explicado que no les corresponde a ellos sino al conjunto de la ciudadanía de Cataluña tomar una decisión, y que la respetarán y se adaptarán como deben hacer las empresas. Una demostración imponente de respeto a la democracia, de civismo y de sentido real de la emprendeduría para cambiar las cosas cuando éstas no funcionan bien, no han funcionado bien y no se prevé que funcionen bien desde el punto de vista de poder crear un entorno favorable al desarrollo del país.

Quiero aprovechar para explicar una situación que conocí hace un año de primera mano, explicado por los propietarios de una empresa de hostelería.

Después de comprar cava Freixenet, los propietarios de una empresa del sector de la hostelería tuvieron conocimiento de unas declaraciones del presidente de esta empresa contrarias al derecho de los catalanes a decidir colectivamente y democráticamente el futuro de Cataluña. Considerando improcedente que una empresa haga este tipo de posicionamientos políticos contrarios al espíritu democrático y los intereses de la sociedad, hicieron llegar una queja.

Inmediatamente un alto directivo de la empresa, con funciones comerciales, fue a visitarlos para tratar de presentar sus excusas. Aportó un argumento presuntamente disculpatorio, explicando que el presidente de la compañía tiene muy vivo el recuerdo del asesinato de su padre durante la Guerra Civil por parte de los 'rojos', lo que a veces hace que no pueda contener sus expresiones.

Una vez aislado el hecho a un tema personal del propietario, la segunda línea argumental estaba encarada a recuperar los clientes, y consistía en decir que no comprarles a ellos implicaba perjudicar a los agricultores de la zona, entre los que había muchos que debían ser independentistas.

Los dos argumentos, junto con las declaraciones desencadenantes, son una muestra de la desubicación de algunas empresas para actuar en el contexto actual, al tiempo que para gestionar su responsabilidad para con la sociedad.

A veces tenemos que ayudar a microempresas a saber diferenciar entre los valores personales o familiares y los de la empresa o corporativos. Este es un paso importante para dejar de ser una parada de mercado -¡sea dicho con todo respeto!- y pasar a ser una empresa. Parece inverosímil que se tenga que recordar este hecho a una compañía que factura muchos millones de euros, y que el presidente, por más propietario que sea, no sepa separar su ideología y sentimientos particulares de la actividad empresarial.

La empresa se debe no sólo a su propietario sino también a sus diversos grupos de interés. Esta es una diferencia muy relevante entre una empresa del siglo XXI y una del siglo XIX, aunque para aquellas que no han hecho la evolución cultural les cueste de entender la sutileza de este argumento. Hoy las empresas son una realidad más compleja que un siglo atrás. Por respeto a grupos de interés como los clientes, accionistas minoritarios, trabajadores, la comunidad donde opera, etc., el propietario mayoritario no tiene derecho a hacer uso ideológico de la empresa, con una interferencia de sus sentimientos que pone en riesgo la reputación corporativa y la capacidad de crear confianza.

NOTA: Respecto a la necesidad de ser estrictos en el cumplimiento de la ley, tema del que ahora está de moda prodigarse a hablar entre algunos empresarios unionistas, hay que hacer notar que Freixenet estuvo muchos años incumpliendo la ley con respecto a la etiquetado. Comenzó a etiquetar en catalán en todos los productos en 2005 (en 2001 había introducido el catalán en algunos pocos productos). El argumento era que respetar la clientela catalana podía conllevar que el público no catalán los penalizara en el mercado, de modo que los intereses espurios de dudosa veracidad y basados en un presunto comportamiento irracional y poco ético de algunos ciudadanos justificaban que la empresa se permitiera de incumplir la ley y los criterios más fundamentales del marketing en cuanto al respeto a la clientela.