- Canyelles defiende que hay que fortalecer la responsabilidad social de las empresas profundizando en el vector de buen gobierno, estructurarla localmente a partir de territorios socialmente responsables, enfatizar la resiliencia como parte del desarrollo sostenible, e integrar todos los actores, incluso la ciudadanía a partir de la vecindad.
- Esta reflexión da continuidad a la realizada hace unos días, en medio del confinamiento por covid19, afirmando que es momento de incrementar la responsabilidad social de las empresas y reorientarla hacia la resiliencia.
Dimensiones y tendencias
La RSE supone un compromiso a partir de los cinco grandes vectores de impacto empresarial: económico, laboral, ambiental, social, y buen gobierno. Estos vectores no deberían interpretarse a partir de una lógica departamental o estanca sino que deben formar parte del compromiso corporativo y deben desarrollarse transversalmente. Fruto de este enfoque transversal, hace tiempo que defendemos que la RSE tomará fuerza en tres grandes dimensiones:
- La economía circular, que conecta la eficiencia económica y los impactos ambientales.
- La empresa saludable, que pone a la persona en el centro y focaliza el vector laboral pero también el social y el ambiental.
- El buen gobierno (responsable socialmente, se entiende), que hace que el conjunto de los impactos laborales, sociales, ambientales, económicos, se deban a un compromiso ético y una orientación a la sostenibilidad.
En un artículo en la Vanguardia destacaba dos otros inductores del cambio que dan respuesta a la responsabilidad externa de la empresa, la gestión responsable de la esfera de influencia y la relación con sus grupos de interés:
- La gestión responsable de la cadena de abastecimiento permite que las empresas que ejercen el control sobre una cadena de abastecimiento integren criterios que vayan más allá de atributos clásicos y se preocupen por como sus compromisos responsables se proyectan a lo largo de la cadena.
- El desarrollo de territorios socialmente responsables (TSR) como parte de nuevos modelos de gobernanza territorial con un ecosistema de co-liderazgos donde cada actor pueda ser parte activa de la gestión del cambio.
- Los problemas tienen causas multifactoriales y sólo se les puede hacer frente sinérgicamente. Ya no sirven las soluciones simples: hay que superar un modelo en el que los poderes públicos determinan unilateralmente y los administrados obedecen buscando los resquicios legales. Hace falta una mayor inteligencia social a la hora de orientarse al bien común.
- Hemos aprendido de golpe que debía querer decir esto de la resiliencia como capacidad de un territorio que hacer frente a una amenaza externa como las catástrofes naturales, el agotamiento de recursos naturales o una crisis como la que estamos sufriendo, con crisis sanitarias y económicas. Un territorio resiliente es el que puede resistir mejor los impactos de la crisis, sabe adaptarse al nuevo escenario, y se prepara para anticiparse a las futuras perturbaciones, con capacidad de planificar y gestionar de manera eficiente sus recursos, incluyendo las capacidades y las actitudes, lo que conlleva una gran complejidad debido a los múltiples agentes que intervienen en el proceso de hacer posible la vida urbana.
Llevar la RSE hacia la sinergia y la resiliencia
La RSE no sólo tiene que hacer alianzas bilaterales sino que también debe tener capacidad de ponerse al servicio de los grandes retos del territorio, como defiende el modelo de Territorio Socialmente Responsable. Las empresas deberían comprender cuál es su responsabilidad para con el territorio, que pueden aportar en situación de normalidad y, desde ya, que pueden aportar en contextos de crisis. La RSE ahora mismo es más que estratégica a nivel corporativo, la RSE se ha convertido en estratégica para la sociedad.
A poco que recuperamos una cierta normalidad, cada territorio debería estructurar Mesas de Territorio Socialmente Responsable, Con la denominación que sea (ahora mismo podría parecer apropiado Mesas de Resiliencia Comunitaria). Estas mesas deben estar integradas por los actores que muestren más compromiso, las administraciones, empresas, organizaciones que por voluntad propia tengan más voluntad de contribuir a hacer un Territorio Socialmente Responsable. El objetivo es el desarrollo sostenible de cada comunidad, con los activos y los actores. Complementariamente, la gestión de las cadenas de abastecimiento de las empresas también es fundamental: para gestionarlas responsablemente en tiempos de normalidad y para analizar los riesgos de abastecimiento en tiempos de crisis.
Ademas, hay que incentivar la creación de comunidades donde las personas puedan vivir positivamente la experiencia de ser vecinos y vecinas y que aborden los retos de desarrollo sostenible desde los mismos edificios. El discurso que Edificios Positivos, iniciativa de la cooperativa TSR Territorio Socialmente Responsable, desarrolla toma más sentido que nunca: hay que fortalecer la buena vecindad para generar más capacidades de autoorganización y hacer las ciudades más resilientes.
Todas las partes deberían incentivar la corresponsabilidad, las alianzas y las sinergias. De hecho, en contextos de tanta complejidad es necesario activar la inteligencia distribuida. Esta es la visión sistémica que permite avanzar hacia un Territorio Socialmente Responsable.
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