Comprendimos cómo funcionaba la posverdad desde el primer momento con la manipulación de las declaraciones del president Puigdemont para intentar hacer creer que hacía uso de los atentados para intereses políticos, hecho que incluso dio lugar a un lamentable chiste de El País. Se han dicho mentiras como que la CIA o la policía belga alertaron a los Mossos; que el Ministerio había pedido al Ajuntament que instalara bolardos en la Rambla; que los Mossos tenían acceso a la información de seguridad; que la ANC se infiltró en la manifestación para manipularla; que la Guardia Civil pidió la incorporación de sus TEDAX en la investigación de Alcanar; o que la juez de Alcanar ya anticipó lo que ocultaba la explosión. "Tres o cuatro periódicos inoculando la idea de que esto se habría podido evitar. Hay quien pone flores y hay quien pone mierda", declaró Trapero, el mayor de la Policia catalana.
30.8.17
[ARTÍCULO] El veneno de la posverdad
Resulta paradójico que cuando más fácil resulta
contrastar una noticia por medio del acceso a fuentes diversas es cuando
la posverdad se ha instalado socialmente. Y
es que en medio de tanto ruido mediático, los ciudadanos tendemos a
hacernos una idea a partir de lo que nos llega con más insistencia o
reiteración y con más intensidad, que a menudo ya sufre un sesgo
importante por los medios y canales que elegimos para informarnos. Además,
no hacemos ninguna media sino que más bien se aplican los filtros que a
cada uno convienen según las adscripciones propias. Así, ante la infoxicación, no accedemos a lo que es más cercano a la verdad ni a la posibilidad
de establecer un análisis crítico para nosotros mismos, sino que
tendemos a reforzar nuestras creencias y apriorismos.
Esta semana se ha volcado sobre los Mossos y las autoridades catalanas un capazo de mentiras. Pero
ya no son meras falsedades contra las que se pueda contrastar la verdad
porque no puedes caer en la trampa de entrar en su juego. Es
ahora cuando calmadamente tocaría aportar los argumentos, las pruebas, a
pesar de saber que ninguno de los medios de la posverdad no enmendará
sus portadas. En el mundo de la posverdad no hay correcciones ni disculpas. Y aunque hicieran alguna escasa corrección, sus lectores no se darían por enterados. Que así funciona la posverdad. Es como un veneno inoculado que te protege de las verdades que te puedan hacer daño. Es el posveneno.
Comprendimos cómo funcionaba la posverdad desde el primer momento con la manipulación de las declaraciones del president Puigdemont para intentar hacer creer que hacía uso de los atentados para intereses políticos, hecho que incluso dio lugar a un lamentable chiste de El País. Se han dicho mentiras como que la CIA o la policía belga alertaron a los Mossos; que el Ministerio había pedido al Ajuntament que instalara bolardos en la Rambla; que los Mossos tenían acceso a la información de seguridad; que la ANC se infiltró en la manifestación para manipularla; que la Guardia Civil pidió la incorporación de sus TEDAX en la investigación de Alcanar; o que la juez de Alcanar ya anticipó lo que ocultaba la explosión. "Tres o cuatro periódicos inoculando la idea de que esto se habría podido evitar. Hay quien pone flores y hay quien pone mierda", declaró Trapero, el mayor de la Policia catalana.
Y por supuesto, las manipulaciones de imágenes, que han sido una constante a lo largo de todo el proceso catalán: Alberto Estévez, fotógrafo de la agencia Efe y autor de la foto de portada de 'La Razón', denuncia la manipulación del diario. También las fotos falsas de los cinturones de explosivos de Antena 3! O las imágenes distribuidas por la Casa Real donde el photoshop ha hecho blanquear todas las pancartas. Pero la manipulación más grave viene de la Sexta, ya que ha incorporado gritos de independencia en un vídeo de la manifestación, que todos los presentes sabemos que no se produjeron. Es
muy grave ya que, con una falsedad plenamente consciente, intenta
construir el relato según el cual que el mundo independentista intentó
apropiarse de la manifestación para sus intereses.
La prensa española, una caverna que cada día es mayor, intentó mezclar el atentado con el independentismo desde sólo unas horas después del atentado. Lo hacía Lluís Bassets, director adjunto de El País al día siguiente; y
el editorial de El Mundo vinculante inmigración y terrorismo y culpando
a el Gobierno catalán y aún contraatacaba unas horas después: «Hoy no
podemos olvidar como el nacionalismo ha ido engordando una verdadera
bomba en favorecer la llegada de inmigrantes de países musulmanes ante
los de países hispanohablantes, como parte de la estrategia de ruptura
de España. Así, se ha contribuido a convertir Cataluña en uno de los centros neurálgicos para grupos salafistas ». Hermann Tertsch escribía en ABC el día de la manifestación: «El separatismo ha sido determinante para que hubiera muertos...». Lamentable. Imparable.
Incluso, siendo conscientes, incluso haciendo el esfuerzo de elegir fuentes diversas, nos es difícil otro comportamiento porque nos sabemos irremediablemente en medio de un océano de posverdades. Ya no confiamos en que ningún medio de comunicación haya optado por la búsqueda de la verdad. La rapidez como fluyen las informaciones no da tiempo a comprobar, a repasar, a matizar. La
fungibilidad de la información la hace más vulnerable a las
inexactitudes, a las descontextualizaciones, a las manipulaciones, a las
falsedades. Aquellos con quienes no comulgábamos pero que nos ponían luz en el camino han dejado de ser faro, y se han sumado al desazón. Hemos perdido intermediarios de confianza.
Una mentira repetida mil veces se convierte en una certeza para muchos, y será muy difícil de limpiar. Requerirá
tanto esfuerzo que quizá no valdrá la pena y la capacidad comunicativa deberemos gastarla en otros objetivos orientados más positivamente. No nos podemos permitir ir a remolque de la posverdad. Nos ahogaríamos a cambio de unos resultados dudosos. Si
te dedicas a enmendar, por más que tengas la verdad auténtica, entrarás
en el barro de una batalla que no tendrá nunca ganador porque cada cual
ya tomó parte antes. Más bien puedes perder fortaleza si los tuyos no te ven convincente en la defensa de tu presunta auténtica verdad. La vida convertida en teatro, el razonamiento y las pruebas acaecidas un sainete.
Comprendimos cómo funcionaba la posverdad desde el primer momento con la manipulación de las declaraciones del president Puigdemont para intentar hacer creer que hacía uso de los atentados para intereses políticos, hecho que incluso dio lugar a un lamentable chiste de El País. Se han dicho mentiras como que la CIA o la policía belga alertaron a los Mossos; que el Ministerio había pedido al Ajuntament que instalara bolardos en la Rambla; que los Mossos tenían acceso a la información de seguridad; que la ANC se infiltró en la manifestación para manipularla; que la Guardia Civil pidió la incorporación de sus TEDAX en la investigación de Alcanar; o que la juez de Alcanar ya anticipó lo que ocultaba la explosión. "Tres o cuatro periódicos inoculando la idea de que esto se habría podido evitar. Hay quien pone flores y hay quien pone mierda", declaró Trapero, el mayor de la Policia catalana.
Nos mirábamos la campaña de Trump, y los tramposos están más cerca de lo que creíamos. La posverdad ha llegado a casa. Como el yihadismo. Tenemos que aprender a movernos en este nuevo entorno venenoso. No
queremos sucumbir, no queremos ser engañados, no queremos contemplar como las bases de la certeza social se nos escapan enmedio de una posverdad.
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