En Cataluña estamos viviendo una explosión democrática con la cuestión del derecho a decidir. Estamos rompiendo apriorismos demasiado enquistados en la sociedad, como que hay cosas que no se podían decidir. Ahora
se tiende a creer que, en condiciones democráticas y pacíficas, y con
la información suficiente, la ciudadanía tiene el derecho a decidir
sobre todo aquello que afecta a la vida en comunidad, incluso sobre cuál
debe ser la estructura estatal a qué quiere acogerse.
Y
esto tiene grandes consecuencias en la vida política y fuera de ella,
porque responsabiliza a las personas, empodera la ciudadanía, y hace pensar que todo es posible y que todo depende de nosotros, no
de alguien que piensa y vela por nosotros y nos provee protección y
prosperidad. Es una manera de afrontar la vida completamente diferente y absolutamente necesaria para sobrevivir a tiempos convulsos. Conlleva
abandonar una mentalidad provinciana y limitada, y pensar sin fronteras
mentales, asumiendo las propios riesgos y haciendo frente al propio
futuro.
Sentirse responsable ante ti mismo, ante la sociedad, ante el mundo, ante el futuro... es lo contrario de esconder la cabeza bajo el ala y también de un huida adelante. No quiere decir ir contra nada ni nadie. Quiere decir rehacer los contratos sociales y darles un valor de pacto vivo y activo.
Quiere decir que, con buenas maneras, diálogo y espíritu constructivo, todo se puede hablar.
Podemos sacar muchas derivadas. Por ejemplo, llevado este
espíritu al mundo de las empresas, podría significar que las normas y
regulaciones no son una imposición que alguien nos determina y que
debemos procurar esquivar, sino que son la manera como la sociedad
libremente decidimos funcionar. Las empresas asumimos un
compromiso con la sociedad de hacer las cosas bien, y las leyes son una
forma de marcar una orientación sobre cuál sería la buena práctica a la
vez que un mínimo para todos.
Educación en valores
Llevado al mundo de los valores, éstos son una construcción plural y
dinámica que va rehaciendo su equilibrio y coherencia cada día. Los valores en una sociedad moderna y cambiante ya no pueden entenderse como un paquete normativo rígido y cerrado. Como decía Josep Maria Lozano en una
reflexión reciente:
Más que crisis de valores,
pues, lo que hay es una pluralización de los valores, que ya no se
sostienen en la fuerza, el poder, la autoridad, la jerarquía o la
tradición. Esta pluralización es lo que es vivido subjetivamente como
crisis, sobre todo por parte de quienes identifican "los" valores con un
paquete normativo rígido y cerrado. Un cierto pluralismo ha pasado a
ser el marco de referencia de la configuración de los valores personales
y sociales en nuestras democracias avanzadas.
Así, puede convertirse en insano un modelo de educación demasiado concebido para la transmisión de un modelo inmutable. Educar hoy implica favorecer una experiencia de crecimiento personal en calidad humana.
Antes, nuestro compromiso y nuestra responsabilidad consistían
en la aceptación o el rechazo de un paquete normativo que la sociedad y
sus instituciones nos presentaban en nombre de unos valores, que nos
daban identidad. Hoy nuestro compromiso y nuestra responsabilidad
consisten en ir recreando y discerniendo formas de vida desde nuestra
libertad responsable, desde la cual nos identificamos y con la que
identificamos nuestros valores de referencia. Por ello, en el contexto
actual, la pregunta clave no es qué valores se deben transmitir, sino
cómo se aprenden los valores. Debemos pasar de centrarnos sólo en la
transferencia de contenidos a la generación de procesos de crecimiento y
maduración. Y estos procesos no pueden ser sólo de socialización, sino
que deben ser también de personalización.
Ante estas reflexiones, pensaba como le había explicar a
mi hijo de trece años que el parlamento español había rechazado por
amplia mayoría una propuesta para iniciar un proceso de diálogo
entre los gobiernos catalán y español para ver cómo se podía abordar el
futuro de Cataluña después de que se haya demostrado que una mayoría
suficiente de la población catalana es favorable a crear un estado
propio y que una mayoría inmensa es partidaria de que el pueblo catalán
sea consultado sobre este punto. ¡Y Parlamento proviene de parlare, hablar!
Intentamos formar a los jóvenes en valores democráticos y
en diálogo, en respeto y tolerancia, en capacidad emprendedora e
innovación... Y luego resulta que se dan
cuenta que la realidad española es otra completamente diferente, donde
la decisión sobre las fronteras depende todavía hoy de la sangre de los
soldados y el semen de los reyes, y que la
capacidad de decisión de la ciudadanía se limita a hacer alternar en el
gobierno a dos partidos que coinciden en su obcecación españolista, que
anteponen a los matices ideológicos o a la misma democracia.
Me pregunto cómo debemos educar a nuestros hijos ante este realidad lacerante. Todos
los partidos de obediencia catalana en el Congreso piden iniciar el
diálogo, después de que un millón y medio de ciudadanos salieran a la
calle para pedir la creación de un estado propio. Y todo lo que obtienen es un portazo, sin más consideración. Es
como decir "ustedes no son nadie, no representan a nadie, su voluntad
no tiene ninguna legitimidad, no nos hagan perder tiempo, son vasallos
con una libertad limitada".
Pienso en la felicidad de la familia de Carmen Chacón. Ella no explicará nada de esto a su hijo, porque no quiere problematizarlo. Esta gran demócrata de pacotilla ya explicó que este proceso democrático no le interesa nada porque
no la podemos obligar a decidir si su hijo de cuatro años debe ser catalán o español
(mientras ella, oponiéndose al derecho a decidir, obliga a la gente a
no poder tomar esta opción ya que ser españoles tanto si se quiere como
si no). Y es que la demagogia de Chacón también debe hacer creer, como Montilla, que los referendos son "
la modalidad preferida de los dictadores".
Ya analicé la actitud antidemocrática y tramposa de Carmen Chacón en una reflexión de hace unos meses (
Hay que defender la democracia como valor supremo). Chacón
aporta un argumento de gran peso intelectual:
todo es una trampa para
los que quieren hacer uso del derecho a decidir en el fondo quieren la
independencia. ¡Sí, claro! ¡Y las elecciones sirven para dar la oportunidad de que la oposición ocupe el poder!
La democracia es un subterfugio de los comunistas. Esta frase podría ser perfectamente del dictador Franco. Sencillamente he cambiado las palabras a partir de una declaración de Chacón: "
el derecho de decidir es un subterfugio del independentismo". Pero el trasfondo es el mismo. Chacón
es "rotundamente y radicalmente contraria a la independencia de
Catalunya", pero también lo es la posibilidad de que el conflicto de
intereses se dirima por vías democráticas y niega implícitamente el
derecho de decidir de los catalanes considerando que 'los nacionalistas
lo utilizan de forma equívoca y tramposa para decir independencia.
En la misma entrevista afirma que "los ciudadanos decidimos cada vez que votamos". Lo
interesante de su argumento es que no sería necesaria la celebración de
ningún referéndum, sino que si las elecciones dan lugar a un Parlamento
con una mayoría suficiente para proclamar la independencia de Cataluña
debería bastar.
No estoy diciendo que Chacón, Montilla o no sean demócratas,
sencillamente entiendo que la democracia toma en su caso un valor
instrumental o bien que se sitúa en un segundo lugar de prioridades por
debajo de un concepto sagrado de la unidad española. Así,
los valores nacionalistas españoles pasan por encima del sentido
democrático, lo que reafirmaría ciertos tópicos como "lo más parecido a
un español de derechas es un español de izquierdas" o "antes una España
roja que una España rota".
La democracia es una gran cosa. Y hoy vuelve a ser una necesidad imperiosa para salir del callejón sin salida donde nos encontramos. Y estoy hablando de valores, no sólo de política. Quiero
decir que la recuperación de la democracia no sólo sería para orientar
las decisiones políticas sino para hacer tomar conciencia a las personas
que el futuro depende de cada uno de nosotros. Una actitud
constructiva, comprometida, ética, innovadora, emprendedora, necesitado
un correlato de valores democráticos y de capital social y capital
institucional.
La coexistencia de valores tan diversos en una misma sociedad no es fácil de llevar. Hay
que ir encontrando los valores personales que permitan la tolerancia y
el diálogo y la predisposición al cambio, a ir generando una coherencia
interna en nuestra constelación de valores.
La sociedad catalana ha dado un salto enorme en pocos meses
y ha pasado a aceptar de manera muy general que el derecho a decidir
era irrenunciable, lo cual no era así hace unos pocos años atrás. Ante
la tensión entre valores opuestos, la sociedad se ha movido y ha ido
incorporando de manera masiva que era aceptable que cada persona pensara
diferente sobre el futuro de Cataluña pero que -tal vez por eso mismo- el
derecho a decidir democráticamente debía prevalecer. Sabia decisión ante el conflicto: la legitimidad por encima de la legalidad. Las leyes deben responder a la voluntad de la sociedad.
De manera diferente ante este mismo conflicto, la sociedad española ha optado por la legalidad por encima de la legitimidad. Y algunos han manifestado que los tanques pueden pasar por encima de la democracia porque la unidad de España tiene raíces sagradas. Y
este tipo de proclamas predemocráticas no han causado alarma social
porque estaban alineadas con la opción que ha tomado casi sin fisuras la
sociedad española.
El conflicto social y el reajuste en los valores sociales
han modificado valores personales, y quizás han comportado ajustes en
la constelación de valores de cada uno. Ningún cambio en esta dimensión es menor. Posiblemente,
las personas que han incorporado o reforzado un valor de derecho a
decidir hoy son más abiertas al cambio, más predispuestas a evolucionar,
más sensibles a escuchar y dejarse seducir. Saber ajustar los propios valores en busca de la coherencia pone a prueba nuestra autenticidad. Para
una sociedad, sabremos ir reajustando los valores que conviven es una
muestra de madurez social, y una garantía de saber gestionar el
conflicto, al tiempo que predispone a saber encarar el futuro lleno de
cambios e incertidumbres.
Volviendo a la educación de mi hijo, creo que
intentaré no dar demasiada importancia a esto que pasa en España y en su Parlamento. Es como mirar una película del pasado. Lo invitaré a no perder el tiempo en un modelo de política y de mentalidad social anclada en el pasado.
Que piense en todo lo que nos depara el futuro, y que piense que el futuro está en nuestras manos. Y
que todo lo construiremos aquellos que queramos dialogar y sumar
capacidades desde la diferencia, el compromiso y la libre adhesión.
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