5.1.17

¿Tenemos derecho a poder hacer nuestras necesidades gratis en los espacios públicos?

Antes de ayer salía un reportaje en el ARA que se preguntaba si pagaríais para ir a un baño limpio. Puede que sí, pero la pregunta no es esa. La pregunta que nos debemos hacer es otra: ¿Tenemos derecho a poder mear y cagar gratis en los espacios públicos? Y tengo clarísimo que evidentemente que los ciudadanos deben tener derecho a poder hacer uso de instalaciones adecuadas, de servicio público, y ubicadas en los espacios más concurridos, como las estaciones, los espectáculos, los centros urbanos y turísticos... Otra cosa es que, además, pueda haber soluciones de pago, donde encuentres un plus de calidad. Lo encuentro perfecto, y entonces el debate podría ser si la existencia de los lavabos de pago provoca que los de carácter público no estén suficientemente limpios. Pero es que ahora el debate que tenemos es sobre la poca cantidad de aseos públicos y, encima, la sustitución de algunos de estos por lavabos privatizados de pago.

Hablé de este tema hace unas semanas en El ciclo del agua, la salud, los aseos y la demografía (22:10:16). Hacía reflexiones como:
Por razones de salud, se nos dice que debemos ingerir mucha agua durante el día. Yo lo hago. Pero entonces ¿cómo puede ser que los poderes públicos en el ámbito de la salud nos digan que bebamos mucho y los poderes públicos en el ámbito del urbanismo no hagan previsión de espacios públicos para orinar? Nos dicen desde la salud también que no es bueno que aguantamos tanto. Pero si vas por espacios públicos no hay manera de mear si no es en un bar.
Dice el reportaje que los inodoros de pago son un nuevo negocio que se extiende poco a poco por Cataluña:
En El Triangle, están los 2theloo, que son de una empresa holandesa que los ha ideado, y que los define como "aseos de alta gama, divertidos y siempre limpios". Los inodoros, que incluyen un miniespacio para dejar las bolsas de mano, están decorados con paneles llamativos que recrean escenas supuestamente inspiradoras: desde un bucólico campo florecido hasta un mosaico de Antoni Gaudí, pasando por un paisaje urbano con la Sagrada Família de fondo. El papel de inodoro, normalito: no es perfumado, ni de color rosa, ni acaricia la piel. Fuera, hay un espejo que llaman zona de make up, con una cesta provista de leche hidratante, un extraño líquido para pelo rizado, un tubo de laca low cost y un desodorante.
También hay más espejos y picas con toallitas y jabón. Pero quizás el detalle que diferencia más estos lavabos de unos de públicos es que habita una muchacha asiática que empuña un producto de limpieza como si se tratara de un revólver cargado de pólvora. Mantiene una actividad frenética y luego que los usuarios salen de los baños entra estresada para asegurarse de que todo quede impoluto. Eso sí, sus esfuerzos ingentes no pueden impedir que, esporádicamente, un olor sospechosa esparza por el baño. Después de todo, a pesar de los 70 céntimos que deben abonar religiosamente los usuarios, los lavabos de pago huelen a lo que son: aseos

Y los alemanes Sanifair gestionan, por ejemplo, los lavabos de la Estació de Sants, a los que se puede entrar por 50 céntimos.

En el mismo reportaje se aporta la visión crítica de Miguel Ángel Serrano Ruiz, miembro del gabinete jurídico de Facua-Consumidores en Acción -una ONG que defiende los derechos de los consumidores:
El surgimiento de lavabos de pago en espacios públicos como estaciones de tren o centros comerciales le parece inadmisible. "Ir al baño es una primera necesidad y un servicio que estos espacios deberían ofrecer de manera gratuita. Es como si, de repente, en el centro comercial nos quisieran hacer pagar por utilizar las escaleras mecánicas o el ascensor. ¿A que nos parecería muy extraño?", Se pregunta.
Para Serrano ofrecer unos aseos limpios no debería ser un pretexto para hacernos pagar. "En el caso de edificios públicos la administración debería asegurar la salubridad de los lavabos. No puede despreocuparse y afirmar que la única manera de tener limpios es que los clientes paguen y una empresa privada se lucre", señala. El abogado añade que el hecho de que los sanitarios estén situados en edificios privados pero de acceso abierto al público tampoco justifica que tengan que asumir el coste que conllevan: "Las concesiones privadas también deberían asegurar el uso gratuito de los aseos: estamos hablando de una cuestión que no es un capricho, es salud pública! "
Tanto ante el envejecimiento de la población como ante el reto de salud de ingerir más líquidos, el tema de las aguas menores y aguas mayores no es una reflexión menor. ¡Que no nos hurtar el derecho a mear! ¡Que no nos digan que tenemos que salir meados de casa!