10.2.10
Supermercados no, gracias" y otras consideraciones
Ayer asistí a una presentación de un libro titulado "Supermercados no, gracias" en el Aula Ambiental del Punt Verd de la Sagrada Familia de Barcelona. Aunque hace tiempo que lo había adquirido quería conocer a su coautora Esther Vivas, con quien casualmente compartimos la colaboración en los blogs de Jornal.cat (ver blog Esther Vivas - ver blog Josep Maria Canyelles).
El argumento de la conferenciante y autora se basa en la crítica a los grandes supermercados por el control que ejercen sobre la cadena de valor de la alimentación y las consecuencias que este hecho conlleva sobre productores y clientes. Un grupo reducido de compañías de distribución controlan más de la mitad de toda la distribución, lo que les permite ejercer un poder abusivo, pero al parecer todavía podemos estar contentos relativamente ya que en Suecia tres cadenas se han quedado casi la totalidad del pastel ( 95%) y los Estados Unidos una cadena como Wal-Mart no sólo ha precarizado el mercado laboral y ha ahogado los productores sino que también arrasa los lugares por donde pasa dejando desiertos alimenticios, carentes de distribución después de haber provocado la desaparición de las otras fórmulas comerciales.
Respecto a los consumidores, las consecuencias son nefastas no sólo por los valores de consumismo que activan sino por la calidad alimentaria o pérdida de diversidad. Y no hablemos ya de las consecuencias ambientales.
Respecto a materias laborales, también es sabido que estas cadenas pueden permitirse precarizar las relaciones laborales sin sufrir demasiados riesgos: el hecho de contratar mucha gente joven, estudiantes, etc., que no tienen la expectativa de quedarse para toda la vida, evita que hagan uso de sus derechos laborales o que piensen en organizarse colectivamente. También se lanza una crítica a la facilidad con que la gente contratada se presta a tener un horario flexible que de entrada puede resultar interesante pero que termina aportando más facilidades para la empresa que para el trabajador y dificultando que éste tenga capacidad de organizarse su tiempo libre para, por ejemplo, ir regularmente a clases de lengua o a actividades deportivas ...
Después de los mensajes tan negativos y pero objetivamente tan reales, la autora, que coordina la Xarxa de Consum Solidari, también lanza una serie de propuestas alternativas basadas en la toma de conciencia, la soberanía alimentaria, el acortamiento de la cadena de abastecimiento, la compra local, las cooperativas de consumidores, etc.
Tal como pude hacer en el coloquio posterior a la presentación, me gustará poder introducir una valoración crítica, siempre desde el respeto y admiración por el trabajo que estos colectivos están haciendo. Tengo la sensación y creo que suficientemente contrastada personalmente de que existe el riesgo de que las propuestas que se promueven tengan un carácter tan comprometido, que requieren un grado de convencimiento, toma de conciencia y disponibilidad de tiempo y energía que las hacen difícilmente viables para el conjunto de la población.
Y hago esta afirmación con gran respeto por las personas que pueden permitirse destinar un tiempo a la semana a formar parte de una cooperativa autogestionada de consumidores ecológicos. Sin duda todo es cuestión de prioridades y por lo tanto deberíamos desear que el máximo de gente reorientar su vida. Pero esto es muy difícil por no decir utópico. Entonces la cuestión es si debemos pensarnos como un movimiento pequeño de convencidos y muy coherentes pero que avanza sobre un porcentaje muy pequeño de la población o queremos dar pasos que bajo el riesgo de la vulgarización y las incoherencias quiera llegar al gran grueso de la población.
La segunda opción no invalida la primera. Es más, para hacer posible un discurso, unas propuestas, unos canales para el gran público es necesario que haya micromodelos que vayan haciendo probaturas y vayan desarrollando las posibilidades y gestionando el cambio. Pero el cambio de hábitos alimentarios y de consumo es tan importante y tan urgente que no podemos resignarnos o limitarnos a vías lentas o concebidas para hacer un modelo de vida de máxima coherencia. Dicho de otra manera, más interpelante si se quiere, los convencidos del mensaje tienen una gran responsabilidad ante la sociedad, que consiste en hacer llegar este mensaje de manera apta para tenerlo en consideración.
Si se diera una imagen de grupos outsiders iría muy bien para crear una economía alternativa a la predominante pero que difícilmente cambiaría elementos constituyentes del modelo económico imperante. Así, sin abandonar los modelos que están desarrollándose, creo que habría que pensar también en términos de cómo favorecer los modelos más típicamente capitalistas que opten por unos compromisos de responsabilidad social. Es un hecho que cada vez hay más empresas que desarrollan unas políticas de RSE que no se basan exclusivamente en un interés marketiniano sino en auténticos compromisos internos y externos.
Pienso que hay empresas que pueden ser muy sensibles a las demandas de los nuevos consumidores y que pueden recogerlo en sus modelos. Finalmente, de lo que se trata es devolver un mayor poder a los extremos de la cadena, a productores y a consumidores, que se base en una mejor información, sensibilidad y capacidad de decidir. Y para este objetivo, puede ser válido el fortalecimiento de la cooperación entre productores y de la cooperación entre consumidores. Pero también aprovechar los canales de diálogo que algunas empresas abren dentro de su política de RSE. La convivencia de diferentes modelos que sean más sostenibles -frente a las grandes cadenas que han demostrado su voracidad y falta de diálogo- puede ser la manera más 'ecológica' de modificar el mercado, favoreciendo los más sensibles y sin limitarse a los modelos de pequeño alcance.
Por otro lado, los modelos de pequeño alcance concebidos para personas de gran compromiso, también tienen problemas de priorización que cada uno va definiendo en un proceso de aprendizaje, pero que de cara al gran público hay que dar más 'mascado'. Puestos a sensibilizar o presionar a las cadenas, debemos tener claro que son muchos los aspectos que conforman una demanda y una inquietud social y que no es fácil de priorizar. Diferentes modelos comerciales también pueden irse diferenciando según la priorización de unos u otros temas en los que no siempre es sencillo decir qué pasa por delante del otro o como se pueden ir haciendo compatibles entre ellos: producto ecológico, producción integrada, slow food, relación directa agricultor-consumidor, compra local, variedades locales, ecoeficiencia, residuos, comercio justo, transportes, trato laboral, trato clientela, valores sociales, respeto lingüístico, implicación comunidad, segmentar intereses y factores de salud, investigación e innovación, fomento del comercio urbano y de proximidad, etc ...
Presentación de la autora del libro: Esther Vivas es licenciada en periodismo y diplomada en estudios superiores de sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Es miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra, coordinadora del área de educación al desarrollo de la Xarxa de Consum Solidari y miembro de la redacción de la revista Viento Sur. Es autora de "Del campo al plato "(2009, Barcelona: Icaria editorial)," En pie contra la deuda externa "(2008, Barcelona: El viejo topo), editora de" Mumbai. Foro Social Mundial 2004 "(2004, Barcelona: Icaria editorial) y co - coordinadora de "Hacia dónde va el comercio justo?" (2006, Barcelona: Icaria editorial) y "Supermercados, no gracias" (2007, Barcelona: Icaria editorial).
Artículo de Esther Vivas: ¿Quién decide lo que comemos?
El argumento de la conferenciante y autora se basa en la crítica a los grandes supermercados por el control que ejercen sobre la cadena de valor de la alimentación y las consecuencias que este hecho conlleva sobre productores y clientes. Un grupo reducido de compañías de distribución controlan más de la mitad de toda la distribución, lo que les permite ejercer un poder abusivo, pero al parecer todavía podemos estar contentos relativamente ya que en Suecia tres cadenas se han quedado casi la totalidad del pastel ( 95%) y los Estados Unidos una cadena como Wal-Mart no sólo ha precarizado el mercado laboral y ha ahogado los productores sino que también arrasa los lugares por donde pasa dejando desiertos alimenticios, carentes de distribución después de haber provocado la desaparición de las otras fórmulas comerciales.
Respecto a los consumidores, las consecuencias son nefastas no sólo por los valores de consumismo que activan sino por la calidad alimentaria o pérdida de diversidad. Y no hablemos ya de las consecuencias ambientales.
Respecto a materias laborales, también es sabido que estas cadenas pueden permitirse precarizar las relaciones laborales sin sufrir demasiados riesgos: el hecho de contratar mucha gente joven, estudiantes, etc., que no tienen la expectativa de quedarse para toda la vida, evita que hagan uso de sus derechos laborales o que piensen en organizarse colectivamente. También se lanza una crítica a la facilidad con que la gente contratada se presta a tener un horario flexible que de entrada puede resultar interesante pero que termina aportando más facilidades para la empresa que para el trabajador y dificultando que éste tenga capacidad de organizarse su tiempo libre para, por ejemplo, ir regularmente a clases de lengua o a actividades deportivas ...
Después de los mensajes tan negativos y pero objetivamente tan reales, la autora, que coordina la Xarxa de Consum Solidari, también lanza una serie de propuestas alternativas basadas en la toma de conciencia, la soberanía alimentaria, el acortamiento de la cadena de abastecimiento, la compra local, las cooperativas de consumidores, etc.
Tal como pude hacer en el coloquio posterior a la presentación, me gustará poder introducir una valoración crítica, siempre desde el respeto y admiración por el trabajo que estos colectivos están haciendo. Tengo la sensación y creo que suficientemente contrastada personalmente de que existe el riesgo de que las propuestas que se promueven tengan un carácter tan comprometido, que requieren un grado de convencimiento, toma de conciencia y disponibilidad de tiempo y energía que las hacen difícilmente viables para el conjunto de la población.
Y hago esta afirmación con gran respeto por las personas que pueden permitirse destinar un tiempo a la semana a formar parte de una cooperativa autogestionada de consumidores ecológicos. Sin duda todo es cuestión de prioridades y por lo tanto deberíamos desear que el máximo de gente reorientar su vida. Pero esto es muy difícil por no decir utópico. Entonces la cuestión es si debemos pensarnos como un movimiento pequeño de convencidos y muy coherentes pero que avanza sobre un porcentaje muy pequeño de la población o queremos dar pasos que bajo el riesgo de la vulgarización y las incoherencias quiera llegar al gran grueso de la población.
La segunda opción no invalida la primera. Es más, para hacer posible un discurso, unas propuestas, unos canales para el gran público es necesario que haya micromodelos que vayan haciendo probaturas y vayan desarrollando las posibilidades y gestionando el cambio. Pero el cambio de hábitos alimentarios y de consumo es tan importante y tan urgente que no podemos resignarnos o limitarnos a vías lentas o concebidas para hacer un modelo de vida de máxima coherencia. Dicho de otra manera, más interpelante si se quiere, los convencidos del mensaje tienen una gran responsabilidad ante la sociedad, que consiste en hacer llegar este mensaje de manera apta para tenerlo en consideración.
Si se diera una imagen de grupos outsiders iría muy bien para crear una economía alternativa a la predominante pero que difícilmente cambiaría elementos constituyentes del modelo económico imperante. Así, sin abandonar los modelos que están desarrollándose, creo que habría que pensar también en términos de cómo favorecer los modelos más típicamente capitalistas que opten por unos compromisos de responsabilidad social. Es un hecho que cada vez hay más empresas que desarrollan unas políticas de RSE que no se basan exclusivamente en un interés marketiniano sino en auténticos compromisos internos y externos.
Pienso que hay empresas que pueden ser muy sensibles a las demandas de los nuevos consumidores y que pueden recogerlo en sus modelos. Finalmente, de lo que se trata es devolver un mayor poder a los extremos de la cadena, a productores y a consumidores, que se base en una mejor información, sensibilidad y capacidad de decidir. Y para este objetivo, puede ser válido el fortalecimiento de la cooperación entre productores y de la cooperación entre consumidores. Pero también aprovechar los canales de diálogo que algunas empresas abren dentro de su política de RSE. La convivencia de diferentes modelos que sean más sostenibles -frente a las grandes cadenas que han demostrado su voracidad y falta de diálogo- puede ser la manera más 'ecológica' de modificar el mercado, favoreciendo los más sensibles y sin limitarse a los modelos de pequeño alcance.
Por otro lado, los modelos de pequeño alcance concebidos para personas de gran compromiso, también tienen problemas de priorización que cada uno va definiendo en un proceso de aprendizaje, pero que de cara al gran público hay que dar más 'mascado'. Puestos a sensibilizar o presionar a las cadenas, debemos tener claro que son muchos los aspectos que conforman una demanda y una inquietud social y que no es fácil de priorizar. Diferentes modelos comerciales también pueden irse diferenciando según la priorización de unos u otros temas en los que no siempre es sencillo decir qué pasa por delante del otro o como se pueden ir haciendo compatibles entre ellos: producto ecológico, producción integrada, slow food, relación directa agricultor-consumidor, compra local, variedades locales, ecoeficiencia, residuos, comercio justo, transportes, trato laboral, trato clientela, valores sociales, respeto lingüístico, implicación comunidad, segmentar intereses y factores de salud, investigación e innovación, fomento del comercio urbano y de proximidad, etc ...
Presentación de la autora del libro: Esther Vivas es licenciada en periodismo y diplomada en estudios superiores de sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona. Es miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra, coordinadora del área de educación al desarrollo de la Xarxa de Consum Solidari y miembro de la redacción de la revista Viento Sur. Es autora de "Del campo al plato "(2009, Barcelona: Icaria editorial)," En pie contra la deuda externa "(2008, Barcelona: El viejo topo), editora de" Mumbai. Foro Social Mundial 2004 "(2004, Barcelona: Icaria editorial) y co - coordinadora de "Hacia dónde va el comercio justo?" (2006, Barcelona: Icaria editorial) y "Supermercados, no gracias" (2007, Barcelona: Icaria editorial).
Artículo de Esther Vivas: ¿Quién decide lo que comemos?
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