21.7.14

¿Quien tiene que votar? ¿El demos o la nación?

Hace un mes hice una reflexión titulada "algo difícil de entender para un europeo sobre Cataluña", donde constataba, fruto de la experiencia, que explicarles que las fuerzas del derecho a decidir están preparando un censo para consultas abierto a los inmigrantes, y que el debate se centra en donde ponemos el límite les resulta algo increíble: con respecto a los extranjeros, CiU propone que puedan votar los comunitarios con al menos un año de residencia en Cataluña y los extracomunitarios con un mínimo de tres años de arraigo. ICV-EUiA, en cambio, quiere extenderlo a todos los empadronados.

Confunden el sentido de la palabra nacionalismo, entre los dos grandes conceptos que puede representar, y que en gran medida son antitéticos. Desde fuera va contra toda lógica entender que los nacionalistas en el sentido internacional de la expresión son precisamente los que tienen el control del Estado mientras que los que quieren marcharse se auodenominan nacionalistas sólo para remarcar que son una nación. 

Pero ahora quiero aportar alguna reflexión más sobre quién debe votar, para que sea un proceso netamente democrático y pulcro. Y leo "Actuales electores y futuros ciudadanos" de Jaime López, publicado en el diario ARA, y me doy cuenta que tiene mucha razón. Razón en sentido técnico. Pero que a pesar de todo, conviene que hagamos un planteamiento amplio en los convocados a votar. 
Nos cuenta que el Instituto Universitario Europeo de Florencia está debatiendo sobre quién debería votar en los referendos de independencia, y refiriéndose al caso escocés, el prestigioso politólogo Rainer Bauböck defiende que no es lo mismo ser un potencial ciudadano de un potencial sido que un elector de un referéndum de autodeterminación, o sea que no hay que confundir los que hoy están legitimados para votar y los que podrán hacerlo como ciudadanos de un nuevo estado.
Así, según Bauböck, los que deberían votar en el referéndum escocés son exactamente los mismos que hoy pueden votar para elegir representantes en el Parlamento escocés, responsable de un futuro cambio de su estatus político. 
Argumenta López que ciertamente un nuevo estatus político supone cambios para mucha gente; y del mismo modo que no tiene sentido que todos los británicos puedan votar por el hecho de que, de una manera u otra, les afecta -ya que ello supondría negar de facto la posibilidad de escoger los escoceses-, tampoco los residentes que podrían convertirse en nuevos ciudadanos de un estado (y, por tanto, claro que les afecta!) no tienen por qué tener reconocido su derecho a voto en esta consulta
En el caso de Escocia no se ha seguido este criterio, y en el caso de Cataluña todo apunta a que tampoco se seguirá, ya que el texto de la ley de consultas dice que podrán votar: 
  1. los electores en el Parlamento catalán; 
  2. los nacionales de países de la UE con más de un año de residencia y empadronamiento en Cataluña; 
  3. los extracomunitarios que hayan certificado tres años de empadronamiento desde el día siguiente de haber obtenido permiso de residencia; 
  4. los catalanes residentes en el extranjero siempre que se inscriban en un registro voluntario.
López se pregunta si tiene sentido que un residente que hoy no puede votar quien gobierna en Cataluña pueda, en cambio, votar sobre su futuro estatus político. Seguramente sería más pulcro en un contexto plenamente democrático. Y seguramente en Escocia, donde se da el contexto democrático, deberían haberlo hecho así. Pienso que no es el caso de Cataluña, por las débiles condiciones democráticas de España y la falta de aceptación de derecho a decidir, a pesar de que el Tribunal Constitucional ha abierto la puerta a regularlo.
En un contexto donde Cataluña hace un desafío democrático a España, y donde tanto la batalla doméstica como la internacional se juegan en el campo de la legitimidad más que un campo jurídico donde todo debería ser posible, Cataluña tiene que hacer un plus de demostración del carácter...
  • del carácter nacionalista en sentido humanístico, mostrando que queremos dar forma de estado a una nación abierta al mundo y a la diversidad, y por eso se pretende ampliar con carácter previo el demos a la nación real.
  • del carácter no nacionalista en el sentido negativo, mostrando que no nos mueve ningún sentido étnico ni identitario sino cívico y ciudadano, plenamente democrático en las formas y en el fondo, europeísta y humanista.
Puede parecer una contradicción decir a la vez nacionalista y no nacionalista, pero es que el sentido polisémico de la palabra lo permite. Y lo aconseja para mostrar que sus sentidos pueden ser incluso contradictorios. Como es nuestro caso. Desde el punto de vista ético, no tiene nada que ver un nacionalismo que sencillamente aspira a sobrevivir como nación, como sociedad, como cultura... a uno que pretende retener en contra de su voluntad a los pueblos que ha ido integrando a lo largo de la historia y que no ha podido asimilar.