11.3.14

[ARTÍCULO] Un país entero que no quería escuchar

No hace falta dedicarse a la responsabilidad social para otorgar al diálogo una importancia central en la relación entre un organismo y los grupos de interés con que se relaciona. Si no hay diálogo no solamente va a ser difícil que se solucionen los problemas, sino que de hecho la falta de diálogo en si misma supone una falta de reconocimiento del otro que a la larga puede conllevar la aparición de problemas relacionales diversos. Por contra, el diálogo va a aportar reconocimiento del otro, conocimiento de sus puntos de vista, clima positivo para el entente, espacio de creatividad para descubrir o proyectar las mejores prácticas...

Como cualquier persona con sentido común, los de la RSE vamos todo el día proclamando este mantra del diálogo, que en nuestro caso aplicamos no a las personas sino a las empresas y organizaciones, como una actitud corporativa a aplicar en la gestión como un proceso de mejora permanente. Por supuesto, como siempre hemos defendido, no sólo lo aplicamos a empresas sino a cualquier organismo, ya sea administración pública, universidad, medio de comunicación, fundación, o incluso a los propios Estados, a la ONU, o la Iglesia. No hay limites en la aplicación de una metodología que sólo pretende asegurar, bajo forma de sistema de gestión, algo que forma parte del sentido común.

El problema viene cuando una organización no quiere escuchar, cuando no tiene ningún interés en escuchar lo que un grupo de interés quisiera expresar. Y donde se dice organización pueden leer hasta incluso sociedad... porque a veces es toda una sociedad la que no tiene interés en escuchar lo que una parte quiere expresar. Pero como la sociedad es algo abstracto vamos a personalizarlo en intelectuales y universidades, periodistas y medios de comunicación, políticos y gobiernos, empresarios y empresas...

No hace falta que les cuente que uno de los problemas más importantes que tiene el Estado español en este momento viene dado por el proceso de autoderminación que se está llevando a cabo en Cataluña. Pues a pesar de los intentos de explicarse, parece que no hay nadie en el otro lado. Diríase que no se quiere escuchar porque no se quiere entender, porque sencillamente no se quiere cambiar. Más contundente aún en la expresión: se quiere no cambiar.

Y como haría cualquier empresa antigua, de cultura rancia y trasnochada, que se limitara a repetir y a vociferar el mismo mensaje, así se actúa desde el centro, desde el centralismo. Y el mensaje viene a decir un grupo de políticos catalanistas se han vuelto locos y están manipulando a la población para sus intereses. Y además, se anuncian todas las calamidades tanto en el concierto de las naciones, donde según el ministro Margallo vagaremos en el espacio intersideral durante los siglos de los siglos, como en la dimensión interna donde según el expresidente Aznar antes que rompa España se va a romper Cataluña, anunciando por avanzado la estrategia de romper la cohesión social y provocar un cisma social.

Pero la realidad es tozuda y aunque mucho más de la mitad de la población catalana tenga sus raíces familiares fuera de Cataluña, un 80% de la sociedad opina que el futuro de Cataluña lo deben decidir los ciudadanos de Cataluña con su voto democrático a través del ejercicio del derecho a decidir o de autodeterminación. Y muestran las encuestas que más de la mitad de la población está por la secesión y que esta opinión no guarda correlación con el origen de las personas. Y es que la democracia y el el libre albedrío son cualidades sabias. Y están ahí aunque no se quieran escuchar. Ni mirar a la cara.

Y entonces aparecen centenares de miles de personas de lengua materna castellana que no sólo se mobilizan junto a todo el país para hacer una cadena humana pacífica e ilusionada que atraviesa todo el país de Norte a Sur sin que nadie pregunte por el origen de las personas y que en cambio las una el deseo de un futuro común construido entre todas. Y encima algunas de estas personas crean una asociación llamada SÚMATE, que defienden el derecho a la independencia de la nación catalana. Y lo hacen en castellano. Y eso rompe en mil fragmentos el discurso españolista e imposibilita su estrategia de romper la cohesión social.

Y claro, el diálogo no es posible porque no se puede dar carta de naturaleza a algo que no debiera existir. Fíjense: hace unas semanas SÚMATE solicitó reunirse con Susana Diaz, la presidenta andaluza, aprovechando que venía a Cataluña, pero no consiguieron. Y hicieron un video que seguramente tampoco quiso ver: Lo que Susana Diaz no quiere oir: Catalanes de Andalucía. Dicen que "queremos enseñarle otra realidad que no quieren escuchar: la de los muchos catalanes nacidos en otras partes de España, como Andalucía, que no renunciamos a nuestras raíces pero tampoco a decidir nuestro futuro. Porque juntos vamos a construir un nuevo país".



Parece un acto de desprecio de una presidenta autonómica que no quiere escuchar a personas que precisamente vinieron a Cataluña procendentes de su tierra y en nombre de los cuales parece hablar. Es más, es el principio de negación de la realidad, porque luego va a seguir haciendo unas proclamas que la realidad que no quiere ver desmienten.

Pero no es sólo la actitud de una presidenta que busca marcar un perfil propio en su nuevo cargo y aspiraciones. SÚMATE ha hecho el esfuerzo de ir a Madrid a explicarse. Pero en la capital del reino tampoco había interés en escuchar. Un 80% de los asistentes eran catalanes residentes en Madrid. Y la prensa de Madrid silenció el acto, porque tampoco quieren asumir que esa realidad existe, porque se les resquebraja su discurso. Porque resulta que el proceso catalán no viene de arriba sino que es bottom-up, es de la sociedad, de toda la sociedad.

No hay interés. Los principales diarios que se editan en Madrid -El País, El Mundo, Abc, La Razón- obviaron el acto, a pesar de los esfuerzos de la gente de comunicación de la entidad para hacer llegar la convocatoria a todos. Se les desmonta todo: ahí participó Manolo Ortega, ex miembro de UPyD y ahora favorable al estado propio. Él explicó su desencanto con el partido de Rosa Díez cuando comprobó que no defendía el federalismo por el que, en un primer momento, parecía apostar. La excepción es 'Público', que sólo tiene edición digital, y titula: "España debe despertar con la sacudida catalana", unas palabras que pronunció el catedrático de la UNED Ramón Cotarelo.

Si podemos hablar de la responsabilidad social de los territorios, de los países en este caso, vemos que en el Estado español hay una voluntad manifiesta de no escuchar, de no saber, de no dialogar. Y esa falta de sentido de la responsabilidad casi telúrica se impone a todas las organizaciones sin distinción, ya sean políticas, mediáticas, sociales o empresariales. Nadie quiere ver. Esperan que la técnica del avestruz sirva para disimular, quizá siguiendo la técnica del presidente español Rajoy de dejar que los temas se pudran, esperando quizás que cuando miremos de reojo el problema haya desaparecido. Y el problema efectivamente va a desaparecer, pero con una parte del actual territorio que se va a ir para poder gobernarse a si mismo.

Y por cierto que los que si que observan y escuchan son los medios de comunicación, los intelectuales, los think tanks, los gobiernos, las organizaciones de Europa y del mundo, que aunque se sientan incómodas por un proceso de secesión en Europa asisten con gran incomprensión al descubrimiento de un Estado raro en el concierto de las naciones occidentales y democráticas, un Estado que no dialoga, que no tiene nada que decir. Un estado de estupefacción, un estado de atonía, un estado de no saber estar.

PD: ver "No se entiende que personas que defienden el nacionalismo separatista, de forma apasionada,hablen con total impunidad sobre la RSC, y defiendan de los Derechos Humanos de Naciones Unidas"