22.4.13

La Economía del Bien Común. Resumen en veinte puntos básicos


  1. La economía del bien común se basa en los mismos valores fundamentales con los que nuestras relaciones tienen éxito: confianza, aprecio, cooperación, solidaridad y voluntad de compartir. De acuerdo con los últimos hallazgos científicos son las relaciones con éxito las que hacen más felices a las personas y más las motivan.
  2. En el marco legal de incentivos de la economía, la búsqueda de beneficio y la competencia se transforman en esfuerzo hacia el bien común y la cooperación. Se recompensa a las empresas que se ayuden mutuamente. La feroz competencia es posible, pero acarrea inconvenientes.
  3. El éxito económico ya no se mide con los indicadores de valores de cambio (monetario), sino con indicadores de utilidades (no monetarios). En el ámbito macroeconómico (economía nacional), se sustituye el PIB como indicador de éxito por el producto del bien común; en el ámbito microeconómico (empresarial) se cambia el balance financiero por el balance del bien común. Éste se convierte en el balance principal de todas las empresas. Cuanto más social, ecológico, democrático y solidario es el comportamiento y la organización de las empresas, mejores los resultados que alcanzan en el balance. Cuanto mejores son los resultados del balance del bien común, mayor es el producto del bien común.
  4. Las empresas con un buen balance del bien común consiguen beneficios legales: impuestos más bajos, reducción de aranceles, crédito más barato, prioridad en la contratación pública y en los programas de investigación, etc. La entrada en el mercado es más fácil para las empresas responsables, y los productos y servicios éticos, ecológicos y regionales son más baratos que los no éticos, no ecológicos y globales.
  5. El balance financiero se convierte en un balance secundario. El beneficio financiero pasa de fin a medio y sirve para lograr el nuevo objetivo de las empresas (la contribución al bien común). Los excedentes del balance se pueden utilizar para: inversiones (con plusvalía social y ambiental), la amortización de préstamos, ahorros en una medida limitada; reparto limitado entre los empleados, así como préstamos sin intereses a otras empresas. No se deben usar los excedentes para: inversiones en los mercados financieros (que ya no deben existir), adquisiciones hostiles de otras empresas, reparto a personas que no trabajan en la empresa, así como donaciones a partidos políticos. A cambio, se suprime el impuesto sobre el beneficio de las sociedades.
  6. Como el beneficio ya es sólo un medio pero no el objetivo, las empresas pueden buscar su tamaño óptimo. Ya no tienen que tener miedo de ser absorbidas, ni que crecer para ser más grandes, más fuertes o más rentables que las demás. Todas las empresas se liberan de la obligación general de crecimiento y de adquirirse unas a otras.
  7. A través de la posibilidad de obtener su tamaño óptimo de manera relajada y sin miedo, habrá muchas pequeñas empresas en todos los sectores de actividad. Como ya no quieren crecer más, la cooperación y solidaridad con otras empresas se vuelve más fácil. Pueden ayudarse con conocimientos, know-how, órdenes, mano de obra o préstamos sin intereses. Se verán recompensadas por ello con un buen resultado del balance del bien común, y no a expensas de otras empresas, sino para su beneficio. Las empresas constituyen cada vez más una comunidad de aprendizaje solidaria, la economía tiene un diseño de ganar-ganar.
  8. Las desigualdades de ingresos y riqueza son limitadas en un debate y por decisión democrática: los ingresos máximos, por ejemplo, a diez veces el salario mínimo legal; los activos privados, por ejemplo, a diez millones de euros; las donaciones y herencias, por ejemplo, a 500.000 euros por persona; en las empresas familiares, por ejemplo, a diez millones de euros por hijo. Los bienes heredados que excedan de lo indicado se distribuirán a través de un fondo intergeneracional como una «dote democrática» entre todos los descendientes de la generación siguiente: el mismo «capital inicial» significa más oportunidades de igualdad. Los límites exactos deben ser determinados por una convención económica democrática.
  9. Las grandes empresas a partir de un determinado tamaño (por ejemplo, doscientos cincuenta empleados), traspasan los derechos de voto y la propiedad parcial y gradualmente a los empleados y a la comunidad en general. La comunidad podría estar representada mediante un «parlamento económico regional» directamente elegido. El gobierno no debería tener acceso/derecho a voto en las empresas públicas.
  10. Esto también es válido para los «bienes comunales democráticos», la tercera categoría de propiedad junto a una mayoría de (pequeñas) empresas privadas y a las grandes empresas de propiedad mixta. Los «bienes comunales democráticos» (también «commons») son empresas públicas colectivas de sectores como la educación, la salud, los servicios sociales, la movilidad, la energía y la comunicación.
  11. Un importante «bien comunal democrático» es la banca democrática. Sirve como todas las empresas al bien común y, como todos los «bienes comunales democráticos», es controlada por el pueblo soberano, no por el Estado. Sus servicios básicos son garantizar los activos de ahorros, las cuentas corrientes sin coste, los préstamos de bajo interés y los préstamos ecosociales de riesgo. El Estado se financia en un primer momento a través de préstamos sin intereses del Banco Central. El Banco Central recibe el monopolio de la creación de dinero y se ocupa de la circulación transfronteriza de capitales con el fin de prevenir la evasión fiscal e impedir el contagio de burbujas especulativas. Los mercados financieros en su forma actual ya no existirán.
  12. Siguiendo la propuesta de John Maynard Keynes se establece una cooperación monetaria mundial con una moneda global («globo», «terra») para el intercambio económico internacional. A nivel local, las monedas regionales pueden completar a la moneda nacional. Para protegerse del comercio desleal, la Unión Europea debe poner en marcha una zona de comercio justo («zona del bien común»), en la que se aplican los mismos estándares o se orientan los aranceles según el balance del bien común de la empresa productora. El objetivo a largo plazo es una zona global del bien común como un tratado de la ONU.
  13. A la naturaleza se le reconoce un valor propio, por lo que no puede ser propiedad privada. Aquel que necesite una parcela de tierra con el propósito de habitarla, producir, o para destinarla a la agricultura y a la silvicultura, puede usar una superficie delimitada de forma gratuita o por una cuota de uso a cambio de tasas de explotación. Su traspaso está sujeto a requisitos ecológicos y al uso específico. Con esto se termina con el acaparamiento de tierras, con las grandes posesiones y la especulación inmobiliaria. A cambio, se eliminan los impuestos sobre bienes inmuebles.
  14. El crecimiento económico ya no es un objetivo; sin embargo, sí lo es la reducción de la huella ecológica de individuos, empresas y países a una cota sostenible a nivel mundial. El imperativo categórico se amplía para incluir la dimensión ecológica. Nuestra libertad para elegir cualquier estilo de vida acaba allí donde se restringe la libertad de los demás para elegir el mismo estilo de vida o, simplemente, para llevar una vida digna. Los particulares y las empresas serán incitados a medir su huella ecológica y reducirla a un nivel mundial equitativo y sostenible.
  15. La jornada laboral se reducirá gradualmente hasta el nivel deseado por la mayoría de 30 a 33 horas semanales. Esto deja tiempo libre para otros tres aspectos principales del trabajo: el cuidado de otras personas (niños, enfermos, ancianos), el trabajo propio (desarrollo personal, arte, jardinería, ocio), así como el trabajo político y comunitario. Debido a este reparto del tiempo, el estilo de vida sería menos consumista, más suficiente y medioambientalmente sostenible.
  16. Cada diez años trabajados hay un año sabático financiado por una renta básica temporal. La gente puede hacer durante el año sabático lo que quiera. Esta acción alivia el mercado de trabajo en un 10 por ciento, la tasa de desempleo actual en la Unión Europea.
  17. La democracia representativa se complementa con la democracia directa y participativa. El pueblo soberano debe poder corregir a sus representantes, decidir por sí mismo las leyes, modificar la Constitución y controlar los sectores estratégicos: la red de ferrocarriles, el servicio de correos, los bancos. En una verdadera democracia los intereses del pueblo soberano y de sus representantes son idénticos; un requisito previo para esto es que el pueblo soberano posea amplios derechos de participación y control. 
  18. Los veinte puntos de la economía del bien común deben madurar en un amplio proceso básico a través de un intenso debate, antes de que sean convertidos en ley por una convención económica elegida por voto directo. El resultado será votado por el pueblo soberano democráticamente. Lo que se apruebe se incluye en la Constitución y puede ser modificado —en cualquier momento— sólo por el pueblo soberano. Para profundizar en la democracia, se pueden convocar nuevas convenciones: convención para la educación, los medios de comunicación, los servicios públicos, la democracia...
  19. Para familiarizar a los niños desde una edad temprana con los valores de la economía del bien común y ponerlos en práctica, se debe construir sobre un sistema educativo orientado al bien común. Esto requiere una forma diferente de colegios así como otros contenidos, por ejemplo, educación emocional, ética, comunicacional, para la democracia, para descubrir la naturaleza y para el conocimiento del cuerpo.
  20. En la economía de bien común el éxito empresarial tendrá un significado muy diferente al de hoy en día, y se demandarán otras cualidades de liderazgo. Ya no se buscan los directivos más despiadados, egoístas, y «racionales con los números», sino las personas que actúan de forma competente y con responsabilidad social, que son compasivos y empáticos, que vean en la participación una oportunidad y un beneficio, que piensen en la sostenibilidad a largo plazo. Ellos serán los nuevos modelos. 
La economía del bien común no es el mejor de todos los modelos económicos ni el final de la historia, sólo un posible paso más hacia el futuro. Se trata de un proceso participativo y de desarrollo abierto, que busca sinergias con enfoques similares. A través del compromiso conjunto de muchas personas valientes y decididas se puede crear algo fundamentalmente nuevo. Su implementación requiere de la motivación intrínseca y de la responsabilidad propia, de incentivos legales, de un marco regulatorio y de concienciación. Todas las personas pueden participar en la reconstrucción del sistema económico en dirección a la economía del bien común.

Fuente: La Economía del Bien Común. Christian Felber